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domingo, 25 de junio de 2017

Orientación sexual e intimidad


   Coincidiendo con la Semana del Orgullo Gay que estos días se celebra en todo el mundo, y por supuesto también en Madrid, recientemente un conocido medio de comunicación de ámbito nacional ha publicado el denominado ranking 2017 de los 50 personajes homosexuales más influyentes de España (⇒Enter).

Al leer la noticia lo primero que se me ha venido a la cabeza ha sido una duda: ¿Por qué el ranking los 50 homosexuales más influyentes? ¿Y por qué no el de los 50 taxistas, el de los 50 vegetarianos, o el de los 50 geógrafos más influyentes del país?

Hubo un tiempo en el que tener en España una orientación sexual distinta de la estrictamente heterosexual llevaba aparejado indefectiblemente la criminalización y el rechazo social, y cuando eso ocurría el hecho de declararse públicamente homosexual, el "salir del armario" constituía un acto de valentía y de coraje dotado de un evidente valor moral y simbólico.

Lo que pasa es que esos tiempos oscuros son cosa del pasado desde hace décadas, y en la actualidad para generaciones de españoles todo eso resulta tan chocante como lejano.
   
Por el contrario, la libertad sexual está reconocida hoy como un derecho fundamental básico, y es maravilloso que en nuestra sociedad esa libertad esté plenamente garantizada, y que cada cual pueda sentir y vivir su sexualidad como mejor le parezca.

En consecuencia, el que hoy en día todavía haya personas que se pasen todo el tiempo haciendo ostentación de su orientación sexual carece de valor reivindicativo, y por tanto me parece más bien un ejercicio de frivolidad y de falta de pudor, cuando no de puro exhibicionismo social.

Y es que dado que la discriminación de la homosexualidad en España es cosa de un pasado ya lejano, y si bien por supuesto siempre defenderé que cada cual pueda disfrutar amando a quien quiera y como quiera, no consigo llegar a comprender qué necesidad hay en pleno siglo XXI de estar todo el día aireando a los cuatro vientos una determinada orientación sexual, sea la que sea.

Porque en última instancia no creo que exista una forma heterosexual u homosexual de comer, de pasear, de comprar, de cuidar las plantas, de soñar o de respirar, sino sólo una manera común a todo el género humano de hacer todas esas cosas, que a su vez es distinta para cada persona a lo largo de su vida, sin que importe para nada la orientación sexual de cada cual. Y por ello en estos tiempos que corren las etiquetas en público sobre esta cuestión me parecen superficiales y, ¿por qué no decirlo? carentes de un mínimo de consideración por la propia intimidad.


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