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miércoles, 6 de agosto de 2014

Federalismo Orwelliano

Como ya nos enseñó George Orwell en su magistral novela 1984, a veces las personas, y sobre todo los políticos, obvian el hecho de que las palabras tienen un significado concreto, y por ello son el vehículo que nuestro cerebro utiliza para captar y conocer el mundo y las ideas.

Cuando eso ocurre, las palabras no se utilizan ya para expresar lo que realmente quieren decir, sino que se transforman en instrumentos para tergiversar la realidad, para maquillarla y dar lugar al engaño, para hacer digerible lo que de otro modo resultaría simplemente intragable.

Como bien sabía Winston Smith, el protagonista de 1984, a veces es el propio Estado el que juega con las palabras y su significado:

“La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”
 
"El Ministerio de la paz se encarga de la guerra; el ministerio de la verdad, de las mentiras; el Ministerio del amor, de la tortura, y el Ministerio de la abundancia, del hambre. Estas contradicciones no son accidentales, no resultan de la hipocresía corriente. Son ejercicios de Doblepensar"

Fuera ya del mundo literario, también en la vida cotidiana hay ocasiones en que las palabras no se utilizan de acuerdo a lo que significan, sino que se transforman en instrumentos de deformación de la realidad: 
 
“Quien bien te quiere te hará llorar”
 
“Cuando te pego, me duele más a mí que a ti” 
 
“El que no tiene celos no está enamorado”

Llegados a este punto alguien se preguntará por qué me ha dado a mí hoy por hablar del bueno de George Orwell y a dónde pretendo llegar con estas disquisiciones. Pero es que en los últimos tiempos venimos asistiendo en nuestro país a un ejercicio permanente de tergiversación conceptual por parte de políticos de uno y otro signo, que lo único que pretenden con ello es hacer comulgar al personal con ruedas de molino para así poder defender lo indefendible y justificar lo injustificable, lo cual, a criterio del que escribe, los ciudadanos deberíamos denunciar y combatir.

Así, un ministro afirma que su reforma fiscal "beneficia al conjunto de la sociedad", mientras que un sindicato declara que “para salir de la crisis hace falta una estrategia con mayor altura de miras que suponga la generación de empleo de calidad y salarios dignos, que aumenten la productividad y la competitividad y el consumo”. Y ni les tiembla la voz ni nada cuando dicen esas cosas. Sin comentarios…

En esta línea, uno de los casos más llamativos de políticos dándole a las palabras un significado radicalmente distinto del que realmente tienen, al objeto de hacer digerible lo que de otro modo resultaría simplemente intragable, se da cuando la izquierda española habla de federalismo, de estado federal, o de refirmar la vigente Constitución española en clave federal.
 
Etimológicamente, "federal" deriva de la expresión latina "foedus/foederis", que significa pacto o alianza.
 
Desde el punto de vista político, el Federalismo es una doctrina que propugna que entidades territoriales preexistentes se unan en una entidad superior, a la que entregan su soberanía individual para constituir una conjunta y para gestionar mejor el bien común, si bien conservando cierta autonomía en funciones de su competencia exclusiva.

Ejemplos de estados federales son países como Alemania, Argentina, Estados Unidos, México o la India.

 
Y sin embargo, cuando en la España actual un número no desdeñable de políticos hablan de federalismo, de estado federal, o de refirmar la vigente Constitución española en clave federal, ¿qué quieren decir exactamente?
 
Para aclarar esta cuestión quizá lo mejor sea remitirnos a los escritos y reflexiones que los defensores de este modelo federal vienen haciendo públicos, y, en este sentido, un buen ejemplo es el artículo recientemente publicado por Miquel Iceta Llorens, renombrado dirigente socialista y actual Primer Secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya, PSC, bajo el título Federalismo necesario. Una propuesta basada en el diálogo, la negociación y el pacto para evitar el choque.
 
En su artículo, Miquel Iceta define el Estado Federal de manera indirecta, explicando en qué habría de cambiar la España actual para convertirse en una entidad federal, para lo cual propugna que se reforme la vigente Constitución Española en los siguientes términos:

1.- La definición de España como Estado federal.

2.- El reconocimiento de España como nación que integra naciones.

3.- Fijación de competencias del Estado y atribución del resto a  las autonomías.

4.- Asimetría competencial entre autonomías y derechos históricos.

5.- La lengua y cultura como competencia explícita de las comunidades.

6.- Principios de solidaridad y ordinalidad en la financiación autonómica.

7.- La descentralización efectiva del Poder Judicial.

8.- Senado como Consejo Federal integrado por los Gobiernos autónomos.

Ahora bien, ¿es factible seguir los consejos del señor Iceta. Y si así fuera, y le hiciéramos caso, ¿estaríamos realmente construyendo un estado federal?

Veamos:

1.- Definición de España como Estado federal

Definimos las cosas de una determinada manera porque así describimos lo que son. El camino inverso, transformar las cosas cambiándoles el nombre, o no funciona o deviene en un mero ejercicio de voluntarismo.

Y en política, el mero voluntarismo suele ser estéril, pero cuando da frutos, éstos las más de las veces dan un tremendo dolor de cabeza, porque la frontera entre el voluntarismo y la obcecación irracional es generalmente muy difusa (Al respecto, baste recordar el Estatuto de Cataluña de 2006 y su preámbulo diceiendo que “El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación…” 8 años después, todavía andamos con la resaca a cuestas…).

En consecuencia, no parece que el estado español se vaya a convertir en federal simplemente porque algunos afirmen que lo es.

2.- España como una nación que integra naciones

La vigente Constitución afirma taxativamente en su artículo 1.2 que “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” y en el artículo 2 que “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”

Por tanto, para que España pasara a ser una nación que integrara naciones lo que habría que hacer no es reformar la vigente Constitución, sino tirarla directamente a la basura, y eso según en qué bando se milite, se llama “Revolución” o “Golpe de Estado”, pero nunca “Reforma constitucional”

3.- Definición de las competencias del Estado y atribución de todas las demás competencias a las autonomías.

Esta propuesta resulta muy interesante, pero tiene un pequeño problema, y es que esta forma de atribuir competencias no se corresponde a un estado federal (donde en derecho comparado el gobierno federal siempre tiene la atribución residual de todas las competencias que no están expresamente atribuidas), sino a una confederación, y eso en Derecho Constitucional es otra cosa, porque entonces ya no hay Nación, ni soberanía nacional, ni cosa que se le parezca, sino solo una especie de macedonia de soberanías…

4.- El reconocimiento de asimetrías competenciales y de derechos históricos previos a la Constitución

De nuevo la idea es atrayente, pero no se corresponde con una arquitectura constitucional homologable, máxime cuando, como ya hemos dicho, la soberanía, toda la soberanía, reside en el Pueblo Español.

Por tanto, no hay, no puede haber, derechos preexistentes que limiten o condicionen la soberanía, como tampoco asimetrías (esto es discriminaciones) entre territorios, y si los hubiere (como en el caso de la mención a los derechos forales en la Disposición Adicional Primera de nuestra Constitución), tales elementos preexistentes no serán jurídicos, sino políticos, y estarán siempre sujetos a que en cualquier momento una decisión del Titular de la Soberanía (o sea, de  la Nación Española) los pueda alterar o eliminar.

5.- La consideración de los temas lingüísticos y culturales como competencia explícita de las comunidades con lengua propia

La lengua y la cultura son patrimonio de los ciudadanos, no de los territorios. En consecuencia, en estas cuestiones los poderes públicos se deberían limitar a garantizar de manera efectiva los derechos de las personas a fin de que cada cual hable en la lengua que quiera y haga suyos los elementos culturales que tenga por conveniente.

En teoría, esta labor de salvaguardia la podría realizar cualquier nivel de la Administración y eso no debería causar mayores problemas. Sin embargo, la experiencia nos dice que en España, a menor rango de la Administración que se encarga de estos temas, mayor es el nivel de fractura y disgregación que se termina generando en la sociedad.

Por tanto, si lo que se busca es la construcción de un estado federal, parecería mucho más razonable recentralizar las competencias en materia lingüística y cultural, a fin de garantizar que el espíritu federal del estado, tendente por su propia naturaleza a la unión de los entes menores para conformar una entidad superior capaz de gestionar mejor el bien común, se alcance más plenamente.

6.- La constitucionalización de los principios de solidaridad y ordinalidad que han de informar la financiación de las autonomías

Bajo este galimatías (los políticos son especialistas en decir las cosas de la manera más enrevesada posible, para que de este modo, o no se entienda lo que dicen, o no se note que no dicen nada en realidad…) se pretende que la Constitución garantice que la solidaridad de los ciudadanos de una región (porque la riqueza y los impuestos son de las personas, no de los ciudadanos…) quede limitada a que, si los menos favorecidos que reciben esa solidaridad consiguen progresar, nunca superen a los que les ayudaron.
 
O, dicho de otro modo, lo que se pretende constitucionalizando este principio es condenar a los pobres a serlo para siempre, porque a medida que se aproximen a los ricos se les cortará el grifo de la solidaridad.
 
¿Y alguien será capaz de defender que esto encaja con la construcción de un estado federal, cuya razón de ser es buscar la unión de los entes menores para integrar una entidad superior que pueda gestionar mejor el bien común?

7.- La descentralización efectiva del Poder Judicial

La función del poder judicial en una democracia es garantizar el cumplimiento de la ley y castigar su vulneración, y siendo la ley un instrumento que en una sociedad democrática debe aplicarse a todos los ciudadanos por igual, ¿qué sentido tendría que el Poder Judicial, como órgano encargado de garantizar este principio, pasara a estar descentralizado, o, lo que es lo mismo, fraccionado?
 
¿En que ayudaría esto a gestionar mejor el bien común?
 
¿No será más bien que un Poder Judicial descentralizado, fraccionado, sería más débil y, por tanto, más vulnerable a las presiones o los manejos de los poderosos? ¿Y acaso eso no iría en contra de la igualdad y el bien común?

Y si alguien todavía tiene alguna duda, pensemos por un momento en supuestos prácticos:
 
¿Habría sido más efectivo el Poder Judicial en la lucha contra el terrorismo de ETA si los jueces y fiscales encargados de las tareas jurisdiccionales en esos casos hubieran estado descentralizados y, por tanto, hubieran dependido del Gobierno Vasco, de las Juntas Generales de Guipúzcoa o de, por ejemplo, un Ayuntamiento cualquiera de la comarca del Goyerri?

¿Qué habría pasado con la corrupción política e institucional en de la familia Pujol si en vez de “noperseguirla” el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, quien se hubiera ocupado del asunto hubieran sido la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo?


Pues eso...


8.- La transformación del actual Senado en un Consejo Federal integrado por los Gobiernos autónomos

En las sociedades democráticas los miembros del poder legislativo son elegidos por los ciudadanos mediante criterios democráticos.
 
Y si bien es cierto que en los diversos países existen multitud de criterios de elección de los miembros del legislativo, todos ellos tienen un elemento en común, como es que la elección corresponde a los ciudadanos de manera directa, como individuos cotitulares de la soberanía.

Sería aceptable (o quizá incluso conveniente…) que mientras el Congreso de los Diputados se elige por criterios proporcionales (eso sí, muy mediatizados…), el Senado se pudiera elegir por un sistema mayoritario, o bien igualando la representación de las diversas circunscripciones para compensar así la heterogeneidad de su distribución, como ocurre con el Senado americano.

Pero de ahí a defender que los Gobiernos autónomos elijan a los senadores hay un trecho que no deberíamos recorrer. ¿Qué se pretende con una propuesta como esta? ¿Qué la gente esté representada no en su condición de individuos sino en tanto forman parte de una entidad colectiva? ¿Es eso lo que queremos? Pues si es así, tengamos claro que esa forma de representación se llama democracia orgánica o corporativa, y no es precisamente un rasgo característico de los sistemas políticos federales, sino más bien de otro tipo de regímenes que a día de hoy no gozan de excesiva buena prensa…

Conclusión

Afortunadamente, la realidad es tozuda, y en contra de lo que ocurría en la novela 1984 de George Orwell, las cosas son lo que realmente son, y no lo que pretendemos que sean. Y Federalismo es lo que es, y no lo que determinados políticos pretenden que sea.

Y aquellos que defiendan confederaciones, segregaciones, estados tribales, o regímenes corporativos, que lo digan abiertamente, pero que no lo llamen federalismo, ni federación, ni estado federal; que no engañen a los ciudadanos.

Porque cuando llaman federalismo a lo que en verdad es una ruptura a cámara lenta están demostrando que lo que pretenden es en realidad tergiversar la realidad, maquillarla y dar lugar al engaño, para hacer digerible lo que de otro modo resultaría simplemente intragable.

Al final en política, como en la vida, las cosas suelen ser realmente lo que parece que son, y no lo que algunos quisieran que fueran...

Porque, como claramente pone de manifiesto el denominado Test del pato, “cuando algo tiene plumas de pato, pico de pato, pies de pato, anda como pato, y dice cua cua, es muy probable que al final resulte que es un pato”.

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