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viernes, 5 de diciembre de 2014

Haciendo fotos a las puertas


Cuando a las personas les gusta la fotografía no es raro que, además de interesarse por imágenes digamos convencionales -tales como edificios, paisajes o personas-, terminen desarrollando aficiones un tanto más personales.

Por ejemplo, a una buena amiga mía le encanta hacer fotos de niños y de animales (de hecho podría decirse que a veces no diferencia mucho entre los unos y los otros...). Así, como también disfruta viajando, mi Amiga ha podido darse el gusto de recorrer medio mundo persiguiendo monos, llamas, focas, camellos, cabras, pingüinos o leopardos a los que fotografiar, los cuales generalmente se empeñan en ponérselo difícil y no suelen avenirse a posar para ella. Y también se ha dedicado a tomar instantáneas de criaturas por los cinco continentes: niños y niñas de toda raza y condición, posando o jugando, solos o en brazos de sus madres, sonrientes o tristes, a veces incluso ignorantes completamente de que estaban siendo fotografiados.
 
Por su parte, una persona muy cercana y muy querida se ha dedicado durante años a hacer fotografías de sus propios pies, solo de sus pies, si bien que en las circunstancias más variopintas. Y hay de todo entre las imágenes que ha ido tomando: pies en chanclas, en deportivas, en sandalias, desnudos, con las uñas pintadas, pies en la playa, en el asfalto, con anillos adornando sus dedos, pies al sol o en la penumbra. Pero pies. Siempre pies.

Y a mí, para no ser menos, últimamente también me está dando por hacer fotos peculiares, casi por cazarlas diría yo. Son fotos que luego guardo y archivo metódicamente para poder volver a contemplarlas de cuando en cuando, como una forma de intentar recrear el instante en el que se tomaron, y de saborear de nuevo las emociones y sentimientos de aquel momento.
 
Pero a mí no me ha dado ni por los animales, ni por los niños, ni siquiera por los pies: mí me ha dado por las puertas.
 
Cada vez que visito por primera vez una ciudad me fijo en sus edificios, porque me gusta mucho la arquitectura. Pero si soy sincero he de reconocer que lo hago también, quizá sobre todo, porque para mí, independientemente de sus valores artísticos o estéticos, los edificios reflejan muy bien el alma y las ambiciones de los individuos que los construyeron, y el carácter de la sociedad en la que esos individuos vivieron.
 
Y de entre todos los elementos que podemos observar en un edificio, yo tengo una especial inclinación por las puertas.
 
Las puertas son la conexión entre los edificios en sí y el mundo que los rodea, y por tanto constituyen el elemento más humano de cualquier construcción.
 
Las puestas están hechas por y para las personas. Y sirven de acceso -en ocasiones de vía de escape- para la actividad, la vida, o el trabajo de la gente que las atraviesa: gente que murió, que vive ahora, o que aparecerá mañana; en definitiva para todos los que entraron, entran, y entrarán a través de ellas en las construcciones de las que forman parte.
 
Y como las fotografías son para ser enseñadas, y además los que escribimos un blog tenemos siempre un cierto componente narcisista, cuando no puramente exhibicionista, he decidido compartir con vosotros mi colección de puertas.

Por ello, empiezo aquí un hilo -que no sé bien a dónde me llevará- en el que compartiré con vosotros imágenes de puertas que he ido recolectando a lo largo del tiempo y, si soy capaz de transmitíroslo, lo que experimenté al contemplarlas. Espero que lo disfrutéis.
 
Y para comenzar con la serie, en breve tendréis aquí la primera puerta...
 
 

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