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jueves, 18 de junio de 2015

Ramadan Mubarak, Feliz Ramadán


Süleymaniye Camii (Mezquita de Suleiman), en Estambul (Turquía). Construcción del siglo XVI obra del arquitecto Mimar Sinan.
El 18 de junio de 2015 según el calendario gregoriano ha sido, para millones de personas en todo el mundo, el comienzo del mes de Ramadán del año 1436 de la Hégira.

Ramadán es el noveno mes del calendario islámico, y tradicionalmente se inicia la primera noche en la que, sin ayuda de ningún instrumento óptico, se divisa la luna en cuarto creciente, llamada "hilal" en árabe. Si uno divisa el "hilal" por la noche, el día siguiente se considera el primero del Ramadán.

Para los musulmanes Ramadán es el periodo del año en el que durante treinta días practican el ayuno desde que sale el sol hasta el ocaso, y se abstienen de comer, beber y mantener relaciones sexuales, todo ello como una forma de expresar su Fe en Dios, purificar su espíritu, y dar cumplimiento a uno de los cinco pilares del Islam.

Los musulmanes definen Ramadán como el mes de la sumisión y el acercamiento a Dios, el mes de la lucha contra las pasiones y los deseos, el mes de la esperanza frente a las adversidades de la vida.

Por todo ello, para todos mis buenos amigos musulmanes, de todo corazón de parte de este nasrani, de este cristiano, ¡Ramadan Mubarak!, ¡Feliz Ramadán!

Como Católico, y quizá precisamente por serlo, siempre me sentiré cerca de aquellos que creen sinceramente en un Dios y tratan de vivir de acuerdo con su Fe, aunque esa Fe sea distinta de la mía.

Porque en los tiempos que corren, valores como la Ética, los Principios, y la Fe en un Dios Trascendente empiezan a ser algo exótico en esta sociedad relativista y sin ideales que nos ha tocado vivir. Y precisamente por ello cada vez es más importante preservar esos valores, no importa cómo llame cada cual a ese Dios al que reza, aunque solo sea para intentar evitar que la soledad y la desesperanza se conviertan poco a poco en nuestros únicos compañeros de viaje en una vida vacía y sin sentido.
"Cada cual tiene la obligación y por consiguiente también el derecho de buscar la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados, se forme, con prudencia, rectos y verdaderos juicios de conciencia."

("Dignitatis humanae", punto 3. Concilio Vaticano II).





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