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lunes, 9 de noviembre de 2015

El machismo como coartada multiusos


   La mayoría de los ciudadanos españoles solemos considerar que esta España en la que nos ha tocado vivir, si bien imperfecta en muchos aspectos, es también una sociedad en la que los derechos y la igualdad de los ciudadanos están garantizados.

Sin embargo, en los últimos tiempos no es infrecuente encontrar en los medios de comunicación y en sectores de la opinión pública voces que discrepan de esa afirmación. Y de entre todas esas voces críticas, que no creen que nuestra sociedad garantice los derechos y la igualdad de los ciudadanos, destaca la de aquellos grupos que denuncian la desigualdad que, entienden, existe entre hombres y mujeres en esta España del siglo XXI, y que conforman el denominado movimiento feminista.

Y aunque a alguno de nosotros nos pudiera resultar así de entrada difícil de aceptar una afirmación tan rotunda, quienes hablan en nombre del feminismo encuentran una y otra vez motivos para su crítica. Consideremos en este sentido algunos ejemplos:
  1. Como quizá algunos recuerden, hace semanas una resolución del Juzgado de lo Social número 18 de Madrid dictaminó que excluir de los programas de reproducción asistida financiados con fondos públicos a una mujer lesbiana es un supuesto de discriminación en base a su orientación sexual y, por tanto, una vulneración de un derecho fundamental (véase noticia al respecto publicada en prensa). Esta decisión jurisdiccional ha puesto en cuestión el criterio seguido hasta ahora por la Administración española, según el cual la sanidad pública solo debe cubrir el coste de los tratamientos de naturaleza curativa que reciben los ciudadanos, dejando fuera de la financiación con fondos públicos a aquellos actos médicos que carezcan de esa finalidad, como es el caso de los programas de reproducción asistida destinados a mujeres que pretenden tener hijos sin recurrir al mecanismo natural para la gestación en la especie humana. Esta resolución judicial ha sido ampliamente celebrada por las organizaciones feministas, que la interpretan como un varapalo judicial a las políticas patriarcales y reaccionarias imperantes, y un paso adelante en la protección de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Así, la resolución del Juzgado de lo Social número 18 de Madrid constituye para el movimiento feminista un claro avance contra el machismo.
  2. Por otro lado, el 7 de noviembre de 2015 colectivos feministas de toda España organizaron en Madrid la denominada Marcha Estatal contra las violencias machistas, en la que, además de manifestarse en repulsa por la muerte todos los años en nuestro país de decenas de mujeres víctimas de violencia de género a manos de sus parejas masculinas, denunciaban también comportamientos retrógradas y patriarcales que, a su juicio, siguen sufriendo las mujeres en España, tales como la discriminación salarial respecto de sus compañeros varones, las restricciones a la posibilidad de abortar libremente, o la falta de rigor en la aplicación de la Ley integral contra la violencia de género impulsada por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2004 (que, esencialmente, buscando proteger a las mujeres de la violencia a manos de sus esposos y compañeros sentimentales varones, estableció en nuestro derecho penas reforzadas para ciertos tipos penales cometidos por hombres siempre y cuando sus víctimas sean sus parejas femeninas, dando así carta de naturaleza a la discriminación selectiva en razón de sexo en contra del varón en el ordenamiento jurídico español) , comportamientos estos que en conjunto constituirían, en palabras de las organizadoras de la marcha,  "terrorismo machista".
  3. Además, aunque desde el año 2007 está vigente e España la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, promulgada también por iniciativa del gobierno de Rodríguez Zapatero con la finalidad de fomentar la participación de las mujeres en los órganos de dirección y control de la administración pública y del sector privado con un enfoque de discriminación positiva en favor de las mujeres (y, consecuentemente, de discriminación negativa en contra de los varones), sistemáticamente voces del entorno feminista acusan a las empresas y los poderes públicos de tibieza en la puesta en marcha de la Ley 03/2007, y denuncian que todavía persiste el comportamiento machista en la Administración y el sector privado en España.
De lo expuesto hasta ahora podría deducirse que efectivamente la España actual tiene un déficit severo en lo que se refiere a igualdad y derechos, el cual sería atribuible en primer lugar al  machismo, que se constituiría así en paradigma absoluto de lo negativo que en nuestra sociedad se da, de manera tal que las palabras machismo y machista tendrían en última instancia tal multiplicidad de significados, todos ellos peyorativos, que sin duda ninguna tendríamos que considerarlas casos extremos de polisemia en lengua española.

Así, si hiciéramos caso del pensamiento feminista, entrarían dentro de la categoría de machismo cosas tales como las siguientes:
  • Negar a las mujeres el derecho subjetivo a la gestación sin mediar relaciones sexuales con un ser humano del género masculino.
  • No garantizar a las mujeres el derecho a un salario igual que el de sus compañeros varones.
  • No aceptar que las mujeres tengan un derecho absoluto a abortar libremente.
  • Rechazar la discriminación en razón de sexo en el ordenamiento jurídico español.
  • Estar en contra de las políticas de cuotas y la Administración y el Sector Privado y, consecuentemente, en contra de cualquier discriminación, tanto da que sea positiva o negativa.  

Sin embargo, si en vez de aceptar los criterios del movimiento feminista recurrimos a la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, que a fin de cuentas sigue siendo la máxima autoridad en nuestra lengua a la hora de establecer lo que de verdad quieren decir las palabras, constataremos que machismo y machista no son en realidad términos polisémicos, sino que, antes bien, tienen significados únicos y precisos. Así, el diccionario de la lengua española define machismo como "Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres", y machista como "partidario del machismo".

Por tanto, y aun a riesgo de ser considerado machista (y no solo eso, sino también patriarcal, reaccionario, retrógrado, y ya de paso quizá hasta cavernícola, talibán, arcaico, o antiguo...), me veo en la obligación de reivindicar mi disenso con el pensamiento feminista tan en boga en estos tiempos que corren, me considero legitimado para expresar públicamente en este mi blog mis ideas (que es lo que tiene tener un blog, que le confiere a uno la posibilidad de defender lo que tenga por conveniente y a escribir lo que le venga en gana, lo que en justa correspondencia le da a su vez a todos ustedes la capacidad de decidir si quieren, o no, leer lo que aquí se escribe...), y en última instancia me considero con derecho a defender mis puntos de vista sobre algunas de las cosas que el feminismo engloba en el término machismo.

Porque de acuerdo con mis convicciones, y aunque el feminismo (o Agamenón y su porquero, parafraseando a Antonio Machado en su "Juan de Mairena") afirmen lo contrario, creo firmemente lo siguiente:

  • Ningún ser humano tiene derecho a la maternidad (o la paternidad, que también hay quien lo propugna...) en contra del orden natural, y, en consecuencia, semejante aspiración no debería ser protegida (y mucho menos subvencionada) por los poderes públicos. Es más, en esa cuestión el único que en realidad tiene un derecho que sí se debe proteger es el menor, que tiene derecho a un padre y una madre biológos de acuerdo con el orden natural.
  • Nadie tiene, (ni por sí mismo ni por comparación con otro...) derecho a un determinado salario; el salario no es el resultado de un derecho, sino la contrapartida por el trabajo que cada uno efectivamente realiza, por la productividad de su desempeño profesional, por el valor añadido que genera, y por su compromiso y disponibilidad en el puesto de trabajo.
  • El aborto no es un derecho, sino la pretensión de ciertas mujeres de poder disponer sobre la vida o la muerte de un ser humano concebido y no nacido, y además de hacerlo de manera unilateral, negándole al progenitor masculino su derecho a opinar sobre el asunto).
  • La discriminación, cualquier discriminación, aunque sea por un bien superior, aunque sea la discriminación en razón de sexo para combatir el machismo, es siempre algo rechazable en cualquier ordenamiento jurídico, y pretender justificarla nunca sirve para proteger o fomentar bien superior alguno, pues siempe termina siendo la excusa perfecta que nos lleva a la desigualdad, la injusticia y el sufrimiento, y a crear ciudadanos de primera y de segunda (como en las sociedades esclavistas, o en los regímenes islamistas radicales que aplican la Sharia, o en la Alemania nazi...).
  • La sociedad debe garantizar a todos los ciudadanos sin excepciones la más completa igualdad de oportunidades a nivel individual (derecho a la educación, a la movilidad social, a la libertad individual, etc.), pero a partir de ahí cada individuo debe avanzar en la vida y progresar socialmente en base a su trabajo y a su esfuerzo, sin que su evolución se vea condicionada por la manipulación dirigista del Estado, pues cada vez que el Estado prima a un individuo está a la vez perjudicando inexorablemente a otro...

Y por todo esto, aun a riesgo de ser considerado machista (y también patriarcal, reaccionario, retrógrado, cavernícola, talibán, arcaico, o antiguo...), me cuesta aceptar que la sociedad en la que vivo discrimine sin más a las mujeres en beneficio de los hombres (mucho menos que lo haga de forma global y sistemática...), y tampoco tengo claro que los hombres, como si de un rasgo genético se tratase, nos dediquemos a tener una "Actitud de prepotencia respecto de las mujeres", o sea, que seamos un atajo de machistas.

Y por lo mismo, me niego a aceptar que el machismo siga siendo la perfecta coartada multiusos en manos del feminismo, una coartada que al final solo sirve para que haya quien se considere con derecho a discriminar, o a propugnar el igualitarismo ramplón, o a atribuirse el poder de decidir sobre la vida o la muerte de otro que no puede defenderse.



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