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viernes, 31 de marzo de 2017

La esquizofrenia de Europa frente a Trump


   Desde que el pasado mes de enero tomara posesión como presidente de los estados Unidos, Donald Trump, que nunca se ha caracterizado por ser un político particularmente interesado en las cuestiones transatlánticas, está poniendo de manifiesto una incontestable capacidad para concitar consensos entre la opinión pública y los líderes de opinión europeos a la hora de valorar su agenda política y su estilo como líder del país más poderoso del planeta.

Lo que pasa es que ese consenso que Donald Trump está concitando a este lado del Atlántico es completamente negativo, de manera tal que el rechazo de Europa hacia sus políticas es el mayor que presidente norteamericano alguno haya sido capaz de cosechar en las últimas décadas (con excepción, quizá, Ronald Reagan, todo hay que decirlo…). 

Porque, menos los euroescépticos de pro que de un tiempo a esta parte florecen en países como el Reino Unido u Holanda, toda Europa parece rechazar lo que Trump dice, hace, piensa, defiende o representa, y el rechazo es tan visceral que gracias precisamente a Trump Europa parece estar redescubriendo el antiamericanismo de salón que tan popular fue en la etapa final de la Guerra Fría, en los buenos y viejos tiempos del “YANKEES GO HOME” y del “OTAN NO, BASES FUERA” de los años 70 y 80 del siglo pasado, si bien ahora el fenómeno no va dirigido contra el conjunto de la sociedad norteamericana, sino específicamente contra el inquilino de la Casa Blanca.

Y sin embargo, cuanto más analizo el fenómeno Trump y lo que subyace en él más difícil me resulta entender la satanización del personaje por parte de la opinión pública europea, Y soy de esta opinión no porque el tipo me resulte particularmente simpático, que no es el caso (si bien alguna de las cosas que dice en lo relativo a que las leyes migratorias están para cumplirse me pueda parecer bien, en términos generales pienso que el personaje es un populista peligroso, un proteccionista y un intervencionista que a la larga va a hundir a la economía americana, un antimusulmán sectario, y un ignorante y un prepotente en cuestiones de política exterior...), sino porque me parece que Europa juzga a Trump por pecados que en realidad Europa y los europeos llevamos mucho tiempo cometiendo. Me explico:

  • Europa acusa a Trump de levantar muros contra la inmigración, pero en Europa tenemos esos mismos muros desde hace mucho tiempo en las fronteras entre España y Marruecos en Ceuta y Melilla, en Calais para evitar que los inmigrantes ilegales pasen de Francia al Reino Unido, en la frontera terrestre entre Grecia (sí, la Grecia de Tsipras  Syriza...) y  Turquía, etc. etc. etc. Es más, acusamos a Trump de levantar un muro cuando todavía no ha empezado a hacerlo, pero nos olvidamos de que fue la administración Obama la que sí que llevó a cabo la construcción de ese muro, que ya cubre una buena parte de la frontera entre México y los Estados Unidos.
  • Europa acusa a Trump de ser un proteccionista contrario al TLC que va a dejar sin trabajo a miles de obreros mexicanos (olvidándonos, por cierto, de que su rival Hillary Clinton hizo campaña en términos muy parecidos...), pero aquí criticamos la globalización porque supuestamente por culpa de la competencia del tercer mundo se están precarizando los empleos y las condiciones sociales de los obreros europeos.
  • Europa acusa a Trump de ser un radical peligroso que quiere destruir la herencia política de Obama y perjudicar al conjunto de la sociedad norteamericana, pero nos olvidamos de que Trump no ha ganado la presidencia en una tómbola, sino en unas elecciones, y de que el partido que le sustenta, el Partido Republicano, también controla el Congreso, el Senado, y la mayoría de los gobiernos estatales de América porque así lo ha decidido la mayoría de los norteamericanos.
  • Europa acusa a Trump de ser un aislacionista que pretende inhibirse de los asuntos de política internacional, pero los europeos, que llevamos décadas practicando el antiamericanismo y el pacifismo de salón, al mismo tiempo venimos descargando en América el grueso de la responsabilidad y el coste de la defensa europea.
  • Europa, en fin, acusa a Trump de ser un político retrógrado que no responde a los valores de la modernidad, pero aquí en Europa nos vamos al extremo contrario y nos ponemos en manos de minorías sectarias, dogmáticas e iluminadas, a las que les damos el poder absoluto para poner en marcha experimentos de ingeniería social en asuntos tan fundamentales como la familia, la libertad religiosa, el derecho a la vida, la reproducción, o la configuración de la sociedad en materia de género.

Vamos, que antes de criticar y rechazar a Donald Trump y lo que defiende, quizá los europeos deberíamos hacérnoslo mirar y ser algo más humildes y autocríticos.


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