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viernes, 5 de mayo de 2017

1º de Mayo...


   Un año más, hace unos días se conmemoró en todo el mundo la Fiesta del Trabajo, el 1º de Mayo.

Y como en otros países, en España los sindicatos salieron a la calle a manifestarse, en esta ocasión reclamando que la recuperación llegue a los ciudadanos, que suban los salarios y las pensiones, que se cree empleo de calidad, y que se derogue la reforma laboral que recortó la protección de los trabajadores.

Sin embargo, lo que los sindicatos no le explicaron a los trabajadores que acudieron a sus manifestaciones es que lo que en realidad hizo estallar la crisis económica en España fueron precisamente los excesos salariales, las pensiones por encima de lo que la economía del país podía asumir, y la legislación laboral llena de rigideces que no permitía a las empresas adaptarse a un mundo cambiante.

En contra de la letanía buenista a la que algunos nos tienen acostumbrados, el origen de la crisis económica que ha sufrido Occidente en la última década no está en la especulación financiera y la desrregulación de los mercados, sino en los excesos de unas sociedades que se acostumbraron a vivir por encima de sus posibilidades a costa de entramparse con deuda pública destinada a ser pagada por nuestros hijos y nietos, que se hicieron adictas a la metadona presupuestaria del déficit público crónico, y que se olvidaron por completo de que el empleo y los salarios solo pueden crecer en función de la productividad y la riqueza que se genere, pero en ningún caso porque lo decidan los políticios de turno.

Hemos salido de la crisis justamente porque hemos aplicado reformas, porque hemos corregido los excesos de los salarios, porque hemos ajustado nuestro sistema pensiones, y porque hemos reformado la legislación laboral.

Por lo tanto, ojalá los sindicatos no consigan que demos marcha atrás en esas reformas, pues, de lo contrario, seguro que volveríamos a la casilla de salida de la crisis económica y al drama social que lleva aparejada.

Lo que tendríamos que hacer es, por nuestro propio bien, exigirle a los poderes públicos que nunca más incurran en déficits, que nunca más permitan que el país viva a crédito y de prestado, y que se ocupen menos de gastar y más de generar las condiciones necesarias de transparencia, seguridad jurídica, reducida presión fiscal y poca carga burocrática para que los particulares y las empresas creemos riqueza, que nosotros sí sabemos hacerlo, y luego podamos gastarnos nuestro dinero como nos parezca mejor, y no como pretendan decidir los políticos...

Basta ya de regalarle los oídos a los ciudadanos con fantasías populistas imposibles.

Tras más de 30 años de Democracia, en España ya nos merecemos unos agentes sociales que ejerzan su papel con responsabilidad y que, como mínimo, le digan la verdad a la gente...



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