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domingo, 4 de junio de 2017

Mediocridad igualitarista educativa



   Recientemente el gobierno de España ha aprobado un cambio en la normativa sobre educación (⇒Enter) que a partir de ahora posibilitará que los estudiantes españoles puedan aprobar la Enseñanza Secundaria Obligatoria, la denominada ESO, y pasar a cursar el Bachillerato con hasta dos asignaturas suspendidas y con una nota media inferior a 5 sobre 10.

En un momento en el que el país está por fin saliendo de una crisis económica que por espacio de 10 años se ha cebado con los colectivos más vulnerables de la sociedad y que además ha triturado las esperanzas de toda una generación de jóvenes que se ha visto condenada por primera vez en nuestra historia a vivir peor de lo que lo hicieron sus padres, cuando se discute sobre qué hacer para no repetir los errores del pasado que nos colocaron al borde del colapso, cuando se vuelve a hablar de un cambio del modelo productivo que prime de una vez la innovación y el valor añadido en la actividad económica, precisamente ahora va el gobierno e institucionaliza en nuestro sistema educativo obligatorio la ramplonería como categoría estándar, la desincentivación del trabajo y el mérito, la consagración de la ley del mínimo esfuerzo...

Y luego nos quejaremos de que nuestra economía no genera empleos de calidad, de que los salarios medios son cada vez más bajos, de la precarización del empleo, de que tenemos un sistema productivo de poco valor añadido, y en última instancia de que España se ha convertido en una sociedad low cost... (⇒Enter)

Por el contrario, las sociedades que progresan, las que avanzan, las que generan riqueza y prosperidad, hacen justamente el planteamiento contrario en lo que a la educación se refiere: priman el mérito, el trabajo; exigen un mínimo de rendimiento y capacidad para acceder a las enseñanzas media y universitaria; y educan a sus jóvenes en la constancia y el esfuerzo.

Baste pensar en países como Finlandia, Dinamarca, Corea o Singapur y comparar sus sistemas educativos con el español para constatar las diferencias y hasta que punto lo estamos haciendo mal aquí por culpa de esa obsesión igualitarista que corroe hasta el tuétano a nuestro sistema desde hace 35 años.

De nada sirve flagelarnos por el estado de la educación en España cada vez que se conocen los resultados del informe Pisa o de cualquier otro estudio comparativo a nivel internacional si luego no hacemos nada para solucionar el problema, sino más bien todo lo contrario.

Y en realidad lo que pasa es que estamos recogiendo el fruto de nuestra propio fracaso como ciudadanos tras décadas de pereza moral, dejación de responsabilidades democráticas y visión cortoplacista de las cosas...

En definitiva, el triunfo de la mediocridad igualitarista en estado puro.


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