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viernes, 3 de noviembre de 2017

España, Cataluña y la Leyenda Negra.




A lo largo de la historia siempre ha habido en el mundo naciones que han resultado naturalmente simpáticas, mientras que otras han cargado con el sambenito de caer mal.

No es fácil explicar por qué ocurre esto, y todavía lo es menos determinar cómo solucionarlo, pero el país que tiene la desgracia de ser impopular tendrá que aprender a vivir con la desventaja de quedar expuesto a la incomprensión y la crítica, y, lo que es peor, cualquiera que sea la estrategia que adopte para remediarlo, las más de las veces sus acciones probablemente sólo cosecharán más incomprensión y más crítica.

Sin embargo, y aunque no siempre esté claro qué hace que unos países caigan simpáticos y otros no, hay algunos rasgos recurrentes a la hora de resultar antipático en el ámbito internacional.

Así, por un lado está el hecho de ser percibido como un ente fuerte y poderoso que se enfrenta a otros más débiles mediante el uso de la fuerza. Los países poderosos caen mal por el mero hecho de serlo, mientras que los débiles resultan siempre más simpáticos. Es, a fin de cuentas, el resultado conjunto de la envidia y de la aplicación a las relaciones internacionales del mito de David contra Goliat.

Otra cuestión que influye a la hora de atribuirle a un país la condición de bueno o de malo es el cómo se relaciona con los movimientos centrífugos que surgen en su seno, tales como regionalismos, nacionalismos sin estado propio, grupos insurgentes, movimientos de liberación, guerrillas y similares. Porque en la sociedad actual, embebida del concepto de Estado-Nación del Romanticismo político del siglo XIX y de un buenismo casi naif y simplista, los regionalismos, los nacionalismos sin estado propio, los grupos insurgentes, los movimientos de liberación y las guerrillas tienden por defecto a caer bien, porque se les identifica con el heroísmo y el ansia de libertad, mientras que quienes se les oponen y defienden el orden jurídico establecido suelen ser considerados reaccionarios y opresores. Y esto se acentúa cuando los movimientos centrífugos aparecen en el país de al lado y no en el propio, porque entonces verles con simpatía sale esencialmente gratis. Por el contrario, cuando los movimientos centrífugos son un problema doméstico y nos impactan en primera persona, entonces la cosa empieza a cambiar y ya no resultan tan simpáticos…

Y en tercer lugar entra en juego la cuestión de la continuidad temporal, porque si la evaluación de un país es negativa, además es consistente a lo largo del tiempo, y encima está instrumentalizada por alguien en beneficio propio, lo que empieza siendo mera impopularidad puede llegar a convertirse en "Leyenda Negra", y entonces casi cualquier acusación que se formule contra un país parecerá verosímil, y cualquier barbaridad que se le atribuya resultará creíble.

En España sabemos bastante de Leyendas Negras, y a lo largo de nuestra historia hemos sufrido sus efectos. Baste recordar algunos ejemplos:

- La mentira pergeñada por los protestantes holandeses a finales del siglo XVI según la cual la muerte del primogénito de Felipe II, el príncipe Carlos, habría sido el resultado de una orden de su sádico progenitor, cuando en realidad el joven era un pobre desequilibrado que amargó la vida al rey, y que llegó incluso a conspirar contra su propio padre para usurparle la corona.
- La falacia según la cual el descubrimiento y conquista de América por parte de España fue un cruel genocidio que exterminó a los pueblos precolombinos, cuando en realidad la labor colonizadora desarrollada durante más de trescientos años se caracterizó por unas altas cotas de respeto y protección de los indígenas, sobre todo para los estándares de la época. Pruebas de ello son, de una parte, la pervivencia hoy en día de amplias comunidades indias en aquellos países que un día colonizaron los españoles, como por ejemplo en México, Perú o Bolivia (mientras que en naciones que fueron colonias inglesas o francesas, como los Estados Unidos, Canadá o Australia, los aborígenes fueron diezmados, cuando no simplemente exterminados), y de otra el evidente mestizaje que se observa en esos países, que contrasta con la segregación y discriminación raciales endémicas en las antiguas colonias inglesas o francesas.

Por todo ello resulta descorazonador y frustrante observar cómo en los últimos tiempos nuestro país, a cuenta de la crisis política en la que estamos inmersos como consecuencia del embate secesionista en Cataluña, esté siendo de nuevo víctima de valoraciones superficiales, sesgadas, simplistas e injustas en el ámbito internacional. Ejemplos:

- la lucha de los secesionistas catalanes se presenta como noble y altruista cuando en realidad es un puro golpe de estado contra el orden constitucional.
- el uso por parte del gobierno de la nación de los instrumentos del Estado de derecho se intenta mostrar como actos de represión contra el pueblo catalán oprimido.
- Lo que en realidad es un deseo egoísta de una parte de la gente que vive en Cataluña de separarse del resto de España mediante la fractura de la soberanía nacional del conjunto del pueblo español se maquilla como la expresión de la voluntad democrática de una nación finisecular como lo sería la catalana.

¿Pero es que acaso, por ejemplo, la opinión pública francesa vería un proceso secesionista en Córcega o en Bretaña con la misma simpatía que ha demostrado por el desarrollado en Cataluña?

¿Y por qué Bélgica no fue tan comprensiva con el hecho de que tras la II Guerra Mundial el gobierno español diera cobijo a los líderes rexistas valones como lo es ahora con que Carles Puigdemont juegue a ser presidente de la Generalidad en el exilio desde Bruselas mientras da ruedas de prensa en las que difama y denigra a España?

¿O es que la administración norteamericana practicaría la contención en el uso de la fuerza que pidió a España tras el referéndum trampa del 1 de octubre en Cataluña si, por ejemplo, los hispanos de Florida, Nuevo México o California intentaran imponer un referéndum de autodeterminación en  alguno de esos estados con el propósito de que se convertirán en repúblicas independientes?

Sin embargo no podemos quedarnos solo en el lamento pasivo y fatalista ante esta nueva edición de la "Leyenda Negra". Nuestro deber, colectivamente en tanto sociedad, pero sobre todo individualmente en nuestra condición de ciudadanos, es explicarle al mundo en qué consiste verdaderamente el secesionismo golpista que sufrimos en Cataluña, y difundir hasta qué punto su proyecto politico aspira en realidad a implantar un verdadero apartheid lingüístico  y cultural que convertiría a los catalanes que tienen al castellano como primera lengua y que se sienten españoles en ciudadanos de segunda en su propia tierra, en los parias de una hipotética república catalana independiente que, si alguna vez triunfara, a buen seguro los condenaría a la asimilación o el exilio.




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