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martes, 22 de mayo de 2018

Lágrimas de cocodrilo occidentales en Siria



   
El pasado 14 de abril de 2018 los ejércitos de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido llevaron a cabo de forma coordinada una operación de castigo contra objetivos militares del gobierno de Damasco, en respuesta al supuesto uso por parte de las fuerzas leales a Bashar al-Ásad de armas químicas en su lucha contra el yihadismo, todo ello en el contexto de la interminable guerra civil que desgarra a Siria desde 2011.

Este ataque contra las fuerzas de Damasco constituye un episodio más de la larga serie de incoherencias que jalonan los últimos 7 años de errática política occidental en Oriente Medio en general, y en la guerra civil siria en particular. Porque durante todo este tiempo los Estados Unidos, con la inestimable colaboración de Europa en su ya proverbial papel de comparsa de Washington, ha intentado al mismo tiempo llevar a cabo en la región una política y su contraria, buscando hacer compatibles objetivos divergentes, cuando no simplemente contrapuestos, en un increíble ejercicio de esquizofrenia estratégica.

Y es que desde que comienza la guerra civil siria en 2011, Occidente ha pretendido acabar con el régimen de Bashar al-Ásad debido a su naturaleza tiránica; pero también apoyar a una oposición siria pretendidamente democrática que posiblemente nunca existió; y además destruir a la insurgencia yihadista contra Damasco a la que al mismo tiempo se armaba, entrenaba y financiaba con la intermediación de los gobiernos prooccidentales de Arabia Saudita y las monarquías del Golfo, caracterizados por su indisimulada connivencia con el islamismo radical; pero también utilizar a los kurdos como punta de lanza contra DAESH dándoles esperanzas de alcanzar por fin su tantas veces prometida construcción nacional; pero contentando en paralelo a Turquía en su condición de socio privilegiado de Occidente, a pesar de sus bien conocidos coqueteos con todo tipo de radicalismo suní de la región que se preste a apuntalar el expansionismo neo-otomano propugnado por Erdogan; y al mismo tiempo evitar la ruptura de la integridad territorial de ese estado fallido que es Iraq, incapaz de desarrollarse como una sociedad plural y democrática a pesar de los miles de millones de dólares enterrados allí por Occidente durante décadas.

Habrá quien afirme que el último ataque occidental contra Damasco en realidad pretendía defender a la población siria y castigar la violación de los Derechos Humanos y la vulneración del Orden Internacional perpetrada por las fuerzas de Bashar al-Ásad, y evitar así que en el futuro barbaridades tales como el uso indiscriminado de armas químicas contra civiles desarmados vuelvan a producirse.

Sin embargo, no parece creíble que a Occidente se le haya despertado precisamente ahora la sensibilidad humanitaria ante las atrocidades cometidas en Siria, cuando llevamos 7 años asistiendo impasibles a una cruenta guerra civil en la que todos los contendientes (y en Siria no hay solo dos bandos, sino una multiplicidad de ellos operando al mismo tiempo: fuerzas gubernamentales de Damasco; DAESH; cuerpo expedicionario ruso; islamistas alineados con Turquía; Unidades de Protección Popular YPJ del Kurdistán sirio / Rojava; comandos especiales de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido; milicias chiíes libanesas; Guardias Revolucionaria iraní; Peshmergas del Kurdistán iraquí; etc., etc., etc.) se han dedicado en mayor o menor medida a ejecutar, violar, torturar, bombardear o desplazar a civiles a diestro y siniestro con total impunidad.

Por el contrario, a Occidente solo se le ha despertado la sensibilidad humanitaria en todos estos años cada vez que los rivales estratégicos de Estados Unidos y de sus aliados de las Monarquías suníes en la región (esto es, Damasco, Irán y, en última instancia, Rusia) han estado en disposición de ganar definitivamente la partida en Siria.

No nos engañemos: sin lugar a dudas el gobierno de Bashar al-Ásad es un régimen sanguinario y tiránico, pero lo que en realidad le preocupa a Occidente en relación con la guerra civil siria no es la inmoralidad insoportable de quien ejerce el poder en Damasco, ni tampoco el sufrimiento de la población, sino el que Siria siga siendo, o no, el principal apoyo de Rusia y sus aliados en Oriente Medio.

Porque, ¿qué más dará que los civiles sirios sean masacrados con armas químicas, despedazados con bombas de barril, decapitados, quemados vivos, fusilados o muertos por hambre? Lo importante, lo realmente importante es que gente inocente sufre y muere “por motivos estratégicos” mientras nuestros gobiernos hacen fríos cálculos tácticos y nosotros, los ciudadanos que les hemos dado el poder con nuestros votos, nos entusiasmamos con una rivalidad futbolística, o nos escandalizamos por el último episodio de corrupción del político local de turno, pero no perdemos ni cinco minutos con lo que le ocurre a la pobre gente que está sufriendo en Siria, o con lo que le pasa a todos aquellos que sufren en cualquier otro lugar del mundo más allá de las fronteras de esta mezcla de fortaleza y parque temático del estado del bienestar en que se ha convertido Europa (Saharauis bajo la ocupación de Marruecos; Rohingyas perseguidos en Myanmar; Tuaregs de Azawad en Mali; etc.). 

Y para colmo, en la partida de ajedrez estratégico que es hoy en día Oriente Medio, el mundo occidental le ha dejado el campo libre a dictaduras como Arabia Saudí, Turquía y Egipto, a la vez que ha abandonado a su suerte a nuestros verdaderos amigos potenciales, a aquellos que al menos comparten nuestros valores y nuestros principios (a los kurdos; a los cristianos de Líbano y Siria; a los yazidíes…), quienes cuando por fin acabe la Guerra Civil de Siria, si nadie lo remedia, probablemente habrán sido barridos de la Región, acaso para siempre.

Por eso, nuestros teóricos reparos, nuestros falsos escrúpulos, y nuestro postureo ante el sufrimiento del pueblo sirio no son más que expresiones de falsa empatía impostada en nombre del buenismo de salón que corrompe hoy en día a Europa.

Lo único real en toda esta historia son el sufrimiento y los muertos, pero eso ya lo ponen los sirios. Mientras tanto, nosotros los europeos nos dedicamos a las lágrimas de cocodrilo.



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