Breaking

miércoles, 2 de septiembre de 2015

España también es África

   De un tiempo a esta parte los medios de comunicación españoles han hecho recordar a los ciudadanos la existencia de una serie de enclaves del territorio nacional en el norte de África que, junto con Ceuta y Melilla, conforman lo que tradicionalmente se han denominado Plazas de Soberanía, y que engloban a la Isla de Perejil, el Peñón de Vélez de la Gomera, el Peñón de Alhucemas y las adyacentes Isla de MarIsla de Tierra, las Islas Chafarinas, y la Isla de Alborán.
 
Históricamente las Plazas de Soberanía fueron consideradas el testimonio de la presencia secular de nuestro país en la ribera sur del Mediterráneo y asumidas con naturalidad como parte del territorio nacional: España está presente en Melilla desde 1497 (15 años antes de la incorporación de Navarra en 1512, por ejemplo), en el Peñón de Vélez de la Gomera desde 1508, en Alhucemas desde 1560, en Ceuta desde 1580, y en Chafarinas desde 1848.
 
Sin embargo, tras la muerte de Franco estos territorios norteafricanos se convirtieron en algo de lo que la clase política, con una pueril obsesión por diferenciarse del régimen franquista, se avergonzaba, y que se veían como un residuo del pasado que era mejor ocultar y, además, como un obstáculo para esa relación más próxima a la claudicación que a la amistad que los sucesivos Presidentes del Gobierno desde 1975 han desarrollado con el Rey de Marruecos y el Gobierno de Rabat, desde Adolfo Suarez a Mariano Rajoy, pasando por Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero...
 
Así, al supuesto pecado original (infundado, por otra parte…) de ser vestigios de un vergonzoso pasado colonial, las Plazas de Soberanía sumaron el ser un objeto de deseo por parte de Marruecos, a quien no debíamos ofender en su pretensión de reintegrarlas a un fantasioso Gran Marruecos al que nunca pertenecieron (como Canarias, como el Sáhara Occidental, como Mauritania, e incluso como el norte de Mali), para lo cual lo mejor era comportarse como si las Plazas de Soberanía no fueran españolas o, mejor aún, como si no existieran, como si se las hubiera tragado el mar. De hecho, seguro que más de un cargo público de la Transición añoró con nostalgia los desvaríos entre buenistas y estúpidos de aquellos políticos de la segunda mitad del siglo XIX que, en pleno reinado de Amadeo I de Saboya (tan buena persona él que casi dejó que nos destrozaran el País de forma mancomunada los Carlistas, los Republicanos y los Cantonalistas), llegaron a proponer en 1872 en las Cortes el abandono o voladura, dado su nulo valor estratégico, del Peñón de Vélez de la Gomera (y eso que se consideraban a sí mismos “patriotas”…).
 
Y, sin embargo, de un tiempo a esta parte los medios de comunicación nos han hecho recordar la existencia de nuestras Plazas de Soberanía. Pero esto ha sido así no por iniciativa de nuestra clase política. No. Esta novísima notoriedad de las Plaza de Soberanía es consecuencia de que en los últimos tiempos los traficantes de droga y los emigrantes ilegales que permanentemente intentan entrar en la Península Ibérica desde Marruecos (donde Mohamed VI sigue gobernando con mano de hierro -el guante de seda ni se molesta en ponérselo-, y cuyos funcionarios consienten, amparan y se lucran con cada lancha de contrabando y cada patera con emigrantes ilegales que sale de las costas marroquíes en dirección a nuestro territorio) han descubierto que las Plazas de Soberanía sí son España, y que llegando a ellas se consigue fácilmente un billete gratuito para viajar a la península por cuenta del Estado.
 
Ante esta situación, el gobierno debería reaccionar, desplegar su soberanía efectiva en las Plazas de Soberanía, e integrarlas plenamente en la realidad jurídica, administrativa, de orden público, económica y de infraestructuras del resto del territorio nacional, de modo que se visualizara inequívocamente que forman parte de España.
 
Para ello sería necesario adoptar con carácter de urgencia las siguientes medidas:

1)- en cumplimiento de lo previsto por el artículo 137 de la Constitución Española (“El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión de sus respectivos intereses”.), las Plazas de Soberanía deberían ser integradas a todos los efectos en la estructura territorial del Estado, constituyéndose en municipios encuadrados en una provincia concreta, integrados a su vez en una comunidad autónoma específica (actualmente solo la Isla de Alborán, que pertenece al municipio de Almería, tiene esta consideración).
 
2)- establecer en todas las Plazas de Soberanía una presencia permanente de la Guardia Civil, independientemente de las unidades del ejército que puedan estar desplegadas en algunas de ellas por necesidades de la defensa nacional.
 
3)- en aquellas plazas de soberanía que tengan frontera terrestre con Marruecos, llevar a cabo un deslinde físico de la frontera (a día de hoy se carece del mismo en el Peñón de Vélez de la Gomera) y establecer los correspondientes pasos fronterizos para personas y mercancías.
 
4)- dotar a todas las Plazas de Soberanía de unas infraestructuras mínimas que permitan el asentamiento permanente de población en las mismas, y que al menos incluyan un fondeadero, un helipuerto, una planta generadora de electricidad, y una desalinizadora.
 
5)- articular los instrumentos jurídicos y administrativos necesarios para propiciar el asentamiento de población civil permanente en las Plazas de Soberanía, tales como sistemas de cesión de suelo público para tal fin.
 
6)- otorgar a las Plazas de Soberanía un estatuto específico de ámbito fiscal que facilite el desarrollo en las mismas de actividades económicas (exención de impuestos, régimen de puerto franco, etc.).
 
Las naciones, como las personas, construyen su realidad a base de trabajo, pero también son depositarias de la herencia acumulada con el esfuerzo de las generaciones precedentes. Y salvo que pierdan su dignidad y su respeto por sí mismas, las naciones, como las personas, están obligadas preservar ese patrimonio de los antepasados. Y lo mismo le ocurre a España con la parte de su territorio que está en África.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios: