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viernes, 26 de agosto de 2016

Impresiones de un viaje a Uzbekistán (II)


EL METRO DE TASHKENT
Monumento en memoria del terremoto de 1966

Nuestro recorrido turístico incluye una visita al metro de Tashkent, construido en 1970 en tiempos de la desaparecida URSS.

La sensación al entrar en el metro de Tashkent es que estás regresando a la época estalinista, cuando Uzbekistán todavía pertenecía a una Unión Soviética en todo su apogeo: personas vestidas con ropa modesta recorren los pasillos de manera ordenada y hablando en voz baja, casi en silencio; estaciones decoradas de manera lujosa con mármoles, grandes lámparas y relieves murales ("los palacios del pueblo" llamaban a las estaciones de metro en la era comunista...); uniformados de todo tipo y condición visibles cada dos pasos: policías, empleados del metro, revisores...

Los viajeros nos miran con indisimulada curiosidad, y aquellos que hablan alguna palabra de cualquier cosa que no sea uzbeko o ruso se acercan para preguntarnos de dónde somos, si nos gusta el país, o cuánto tiempo estaremos en Uzbekistán. Y cuando contestamos en algo parecido a ruso que somos españoles ("spanski, da?"), las caras expresan a partes iguales simpatía, interés y extrañeza (me imagino que tanta como si tres uzbekos aparecieran por sorpresa callejeando por las calles de Madrid o Barcelona).

Aunque hoy en día el uzbeko, la lengua mayoritaria del país, se escribe con caracteres latinos, en el metro de Tashkent casi todo está escrito en cirílico, y esta circunstancia, unida al hecho de que incluso haya una estación dedicada a los cosmonautas y decorada con murales alusivos a Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, refuerza la atmósfera soviética que se respira allí.

Si pudiera enseñaros una foto del metro de Tashkent creo que apreciaríais hasta qué punto mi descripción es acertada, pero resulta que no puedo enseñaros ninguna. En realidad no hay fotos disponibles del metro de Tashkent, porque por algún oscuro motivo de seguridad que no acierto a comprender (¿acaso las autoridades temen que le robemos a Gagarin el casco de cosmonauta?) está terminantemente prohibido hacer fotografías en el metro de Tashkent, capital de Uzbekistán. 



Islam Karimov, presidente de Uzbekistán
EL ESTIMADO PRESIDENTE

Viajar por Uzbekistán conlleva, tanto si quieres como si no, descubrir la figura del Jefe del Estado del país, de nombre Islam Abduganiyevich Karimov, al que nuestro guía se refiere constantemente como "estimado Presidente" (así, literalmente, juro que no exagero...).

El tratamiento público a la figura de Islam Karimov en Uzbekistán es lo más parecido al culto a la personalidad en estado puro hacia un político en activo que nunca hasta ahora había visto, y eso que me crie en la España de Francisco Franco y he viajado a sitios tales como la Argelia de Abdekaziz Buteflika, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, o la Rusia de Vladimir Putin.

Excepto si algún día puedo ir a Corea del Norte (y eso si entonces todavía siguen gobernados allí por el nieto, o algún otro descendiente de Kim Il-sung, "El Gran Líder"), no creo que el tratamiento que recibe Karimov en su país pueda ser superado por estadista en activo alguno (si acaso, ¿quizá por Teodoro Obiang Nguema en Guinea Ecuatorial?).

Karimov se nos presenta como el padre de la Patria, el líder que liberó a Uzbekistán del yugo soviético, y el estadista que condujo el país a la independencia.

Los monumentos que aparecen en cada rincón de Tashkent muestran placas conmemorativas que recuerdan que su construcción es fruto de la iniciativa del Presidente Karimov (el monumento a los uzbekos caídos en la II Guerra Mundial; el monumento a los uzbekos víctimas de las purgas de Stalin; el monumento a Tamerlán, primer caudillo de Uzbekistán; etc., etc., etc.).

El museo nacional de Uzbekistán muestra en el mural principal del hall de acceso una cita (en uzbeko e inglés, para que la entiendan tanto locales como foráneos) del presidente Karimov que ensalza el papel de Uzbekistán en el concierto de las naciones.

Fotografías de Karimov presiden la terminal de llegadas del aeropuerto internacional de Tashkent, las taquillas del metro, las recepciones de los hoteles y los accesos a los museos.

Y lo más divertido de todo es que cuando uno se informa sobre el personaje descubre que Karimov inició su carrera política como elemento de segundo orden de la nomenklatura soviética, que después fue miembro del Soviet Supremo de la URSS, luego secretario general del partido comunista de Uzbekistán (la sucursal regional del PCUS), y por fin presidente de la república socialista soviética de Uzbekistán dentro de la Unión Soviética (vamos, algo así como el presidente de la comunidad autónoma...). En realidad solo tras el golpe de estado frustrado de 1991 contra Gorvachov, la desintegración de la URSS, y la llegada de los malos tiempos para el comunismo, Karimov se recicló de la noche a la mañana y se transformó en líder de Uzbekistán como estado independiente, y a eso se ha venido dedicando de manera ininterrumpida desde hace veinticinco años.

Vamos, todo un modelo de ética y de abnegación política el caballero...




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