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miércoles, 31 de agosto de 2016

Impresiones de un viaje a Uzbekistán (y III)


   CURIOSIDADES SOBRE EL PAÍS

Uzbekistán es un país curioso en el que son normales cosas que en el resto del mundo resultarían como mínimo completamente inusuales.



Unos 15 euros en sums uzbekos
El dinero

El billete mayor de curso legal en el país es de 5.000 sums, que al cambio equivale a unos 75 céntimos de euro.

Considerando que para invitar a una comida sencilla a seis personas (que puede costar unos 20 euros) habría que pagar 135.000 sums, o, lo que es lo mismo, un fajo de 27 billetes, ¿os imagináis lo que sería comprar un utilitario, que puede costar unos 7.500 euros, al cambio 49 millones y medio de sums?

Pues habría que llevar 9.900 billetes (¿quizá habría que usar el utilitario que acabáramos de comprar para poder cargar con todo el dinero?)


Registro en los alojamientos

El extranjero que viaja por Uzbekistán tiene que registrarse en la comisaría de cada localidad en la que pernocta (si te hospedas en un hotel, el establecimiento hace la gestión por ti) y como justificante recibe un papelito sellado por la policía, que debe conservar hasta que abandona el país.

Así, si viajas durante siete días, tendrás que obtener, y guardar, siete papelitos acreditativos de siete registros policiales distintos. Pero si viajas quince días serán ya quince papelitos. Y si viajas durante un mes por Uzbekistán, lo mejor es que te compres un archivador para guardar los dichosos papelitos (o mejor aún un baúl o una carretilla si quieres llevar juntos tus registros de pernoctación y los cientos de miles de sums que habrás cambiado para cubrir los gastos de tu estancia en el país...).

Controles policiales

Recorrer Uzbekistán en coche supone encontrarte cada pocos kilómetros con alguno de los múltiples controles de policía que jalonan las carreteras del país.

Generalmente en esos controles la policía se suele limitar a pedir la documentación al conductor, y el asunto no va más allá de una detención momentánea.

Sin embargo, si el viaje es al Valle de Fergana la cosa es un poco más seria, pues al pasar los túneles que atraviesan la cadena montañosa que lo separa del resto del país encontraremos un despliegue militar con soldados en uniforme de combate, casco, pasamontañas y fusil ametrallador incluidos, vigilando a los viajeros con cara de pocos amigos.

Pero si alguno de los transeúntes es extranjero, entonces el asunto se complicará más aún, porque, como si se tratara de un verdadero control aduanero, el foráneo tendrá que detenerse, dirigirse a la oficina del puesto de control y presentar su pasaporte; un policía revisará su visado, su fecha de entrada en el país, y, probablemente, también sus registros de pernoctación, para, por último, anotar en un libro registro el paso del extranjero por el puesto de control. Y téngase en cuenta que en los doscientos y pocos kilómetros que distan Tashkent del Valle de Fergana el extranjero tendrá que registrarse como mínimo en dos controles distintos a la ida y en otros dos a la vuelta.

Vamos, que la seguridad interior al servicio del estimado presidente Karimov es cualquier cosa menos discreta...



Puesto de venta de pan
Economía

Hasta su separación de la URSS y el acceso a la independencia en 1991, Uzbekistán, como miembro del espacio soviético, y siguiendo un esquema económico típicamente colonial, desarrollaba un papel de productor agrícola, exportador de mano de obra para el mercado interior, y consumidor de productos industriales procedentes de Rusia.

Sin embargo, tras su salida de la Unión Soviética el país se reorientó económicamente, y el gobierno de Islam Karimov optó por un modelo de capitalismo imperfecto basado en la potenciación de la producción industrial nacional, la progresiva devaluación de la divisa nacional, el sum uzbeko, que además no es convertible, el mantenimiento de la propiedad estatal de la tierra cultivable, las restricciones a la inversión extranjera mediante la imposición del modelo de empresa mixta, y la propiedad pública de los recursos esenciales del país  (gas, petróleo, etc.).

Este escenario económico ha hecho que en los últimos veinticinco años Uzbekistán se haya convertido en el paraíso de la autarquía, con un desarrollo de la industria nacional competitiva solo por precio, y un acceso restringido para la mayoría de la población a bienes y servicios importados.

Así, el país, que recuerda en este aspecto a la España de hace treinta o cuarenta años, está inundado de automóviles Chevrolet de gama baja fabricados bajo licencia en el país, electrodomésticos de marcas nacionales, y productos de alimentación locales.

Y como consecuencia de todo lo anterior, el mercado inmobiliario, también muy intervenido, se mueve en un rango de precios modesto (el precio de vivienda familiar media de nueva construcción a las afueras de Tashkent puede rondar los 18.000 euros), acorde a su vez con los niveles salariales del país (el salario medio anual de una familia tipo podría rondar los 3.500 euros).

Es posible que este modelo económico haya sido un camino razonable en las últimas décadas para un país en vías de desarrollo como Uzbekistán, pero según se vaya  reduciendo su brecha con el mundo desarrollado deberá evolucionar hacia una mayor competitividad, un reforzamiento de la libertad de mercado, y un incremento de los ingresos y el poder de compra de las familias, medidas que indefectiblemente mejorarán la situación económica global del país, pero que también aumentarán las desigualdades y las tensiones sociales.


Seguridad y aduanas

Incluso el día que uno finaliza su visita a Uzbekistán y regresa a casa, todavía tiene oportunidad de sorprenderse con cómo funcionan las cosas en el país, y es que tomar un vuelo internacional en el aeropuerto de Tashkent es un proceso lento y laborioso.

Según te bajas del vehículo que te ha llevado al aeropuerto, y cuando solo te has aproximado a una decena de metros de la terminal, pasas un primer control de seguridad, que incluye la verificación del pasaporte y el billete de avión, imprescindible para acceder físicamente a la misma, más una revisión del equipaje de mano, y la obligatoriedad de atravesar un arco detector de metales.

Seguidamente, para acceder a la terminal pasas un segundo control, en el que comprueban de nuevo tu pasaporte y el equipaje tiene que ser verificado en un escáner de rayos X.

A continuación te diriges al mostrador de la línea aérea y completas la facturación, para lo cual revisan por tercera vez tu pasaporte.


Monumento a Tamerlán
Después viene un cuarto control, esta vez fiscal (sí, en Uzbekistán hay una revisión fiscal no solo a la llegada, sino también a la salida del país) para comprobar que no estás sacando ilegalmente divisas de territorio uzbeko.

Más adelante llega un quinto control, esta vez de documentación, en el que registran tu salida, sellan tu pasaporte, y confirman que has respetado los términos de tu visado.

Luego hay una sexta revisión, de nuevo de la tarjeta de embarque y del pasaporte.

Y por fin un séptimo y último chequeo de seguridad antes de acceder a la zona de embarque, en el que el equipaje de mano vuelve a pasar por un escáner de rayos X.


Post scriptum

La publicación de este post en el blog coincide con la aparición en los medios de comunicación de noticias según las cuales el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, habría tenido que ser hospitalizado por haber sufrido un infarto cerebral, aunque según la oposición el motivo real sería un paro cardíaco producido durante una celebración culinaria por los brillantes resultados de los deportistas uzbekos en los recientes Juegos Olímpicos de Río.

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