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| Miguel de Unamuno (1864-1936) |
España, verano de 2018:
- un mezquino ambicioso por presidente del gobierno, obsesionado por un fantasma de hace 40 años para hacernos creer en sus convicciones (como si las tuviera...) progresistas;
- un país que se nos deshace entre los dedos mientras la banda de desleales que deberían ser sus representantes periféricos lo traicionan un día sí y otro también y la clase política mira para otro lado;
- una ciudadanía que ha perdido el derecho a llamarse así, solo preocupada por sus pequeños egoísmos y sus miserias pero que no movería ni un dedo para parar la desintegración de la España que conocemos con tal de no meterse en líos o, aún peor, con tal de no darle la razón a los adversarios políticos (cainismo patrio en estado puro...);
- unos supuestos servidores públicos para los que la Constitución se ha convertido en el mero soporte de sus nóminas, pero que no se molestan en recordar a qué se comprometieron cuando le juraron lealtad (para empezar en sus artículos 1, 2, 3, 4 y 8...).;
- un dolor en el alma por una sociedad que se nos muere, que conecta demasiado bien con el dolor que otros en iguales circunstancias ya sufrieron hace casi un siglo...
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"Ésta es mi España, un corazón desnudo de viva roca del granito más rudo que con sus crestas en el cielo toca buscando al sol en mutua soledad; ésta es mi España, patria ermitaña, que como al nido torna siempre a la verdad"
(Extraído de "Andanzas y visiones españolas", de Miguel de Unamuno).
