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Aleksandr Solzhenitsin (1918-2008) |
En la segunda
mitad del siglo pasado en media Europa imperaba el denominado socialismo real, un modelo social y económico que imponía a sus ciudadanos
una visión igualitarista y uniformizada de la vida y de la sociedad, que además
era considerado una verdad absoluta, y que proscribía cualquier posibilidad de
discrepancia y de pensamiento crítico por parte del individuo.
El "socialismo
real" se extendía a todos los ámbitos de la sociedad, estuvo
vigente durante más de cuarenta años, y en el transcurso de ese tiempo llegó a
conformar a generaciones completas de ciudadanos acomodaticios, pasivos ante el
poder y carentes de cualquier espíritu crítico frente a la realidad en que vivían.
Es en este
contexto en el que en 1974 el escritor y disidente ruso Aleksandr Solzhenitsin (1918-2008) escribió el
ensayo breve titulado "Vivir sin mentira" que a
continuación reproducimos.
Han pasado
más de cuatro décadas desde que Solzhenitsin escribió "Vivir sin mentira" y, en teoría, las cosas en nuestra
sociedad son radicalmente distintas de cómo eran en la Europa del
"socialismo real".
Sin embargo,
en un contexto social y moral como el actual, impregnado por el sentido
gregario, la dictadura de lo "políticamente correcto", el conformismo
fatalista y la desesperanza ante el futuro, resulta plenamente vigente y reconfortante volver a leer
las palabras de Solzhenitsyn, que cuando
salieron a la luz en 1974 conllevaron el exilio de su autor por parte de las autoridades soviéticas. Pasaron veinte años hasta que por fin en 1994, tras la caída
del comunismo, Solzhenitsyn pudo volver a Rusia.
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“Vivir sin mentira"
(Texto original de Aleksandr Solzhenitsin sacado clandestinamente de
la Unión Soviética y publicado el 18 de febrero de 1974 en el periódico The Washington Post)
Hace tiempo no nos atrevíamos ni a susurrar. Ahora escribimos y
leemos samizdat (1), y a veces cuando nos juntamos en la sala de fumadores del
Instituto de Ciencias nos quejamos unos a otros: ¿qué malas pasadas nos están
jugando y a dónde nos arrastran? Alardeamos gratuitamente sobre los logros
cósmicos mientras existe pobreza y destrucción en casa. Respaldamos regímenes
lejanos, no civilizados. Iniciamos la guerra civil. Acogemos temerariamente a
Mao Tse-Tung, y seremos nosotros a quienes envíen a la guerra contra él, y
tendremos que ir. ¿Existe alguna salida? Encima someten a juicio a quien les da
la gana y meten a los cuerdos en los manicomios. Siempre ellos. Y nosotros
permanecemos incapaces.
Las cosas casi han tocado fondo. Ya nos ha afectado a todos una
muerte espiritual universal, y la muerte física pronto se inflamará y nos
consumirá a todos y a nuestros hijos, pero sin embargo seguimos riéndonos
cobardemente, igual que antes, y refunfuñamos sin mordernos la lengua. ¿Cómo
podemos detener esto? ¿Carecemos de fuerza?
Nos han robado la esperanza, y hemos sido tan deshumanizados que
por la modesta ración de comida diaria estamos dispuestos a abandonar todos
nuestros principios, nuestras almas, así como todos los esfuerzos que
realizaron nuestros predecesores y todas las oportunidades para nuestros
descendientes, con tal de no molestar a nuestra frágil existencia. Carecemos de
firmeza, de orgullo y de entusiasmo. No tememos ni a la muerte universal por
las bombas nucleares ni a una Tercera Guerra Mundial, y ya nos hemos refugiado
en las grietas. Sólo tememos a los actos de valor civil.
Sólo tememos separarnos de la manada y dar un paso solos, y
encontrarnos de pronto sin pan blanco, sin calefacción y sin estar empadronados
en Moscú.
Hemos sido adoctrinados en cursos políticos, y de la misma manera
se fomentó la idea de vivir cómodamente, y que así todo vaya bien para el resto
de nuestra vida. No es posible huir del entorno y de las condiciones sociales.
La vida diaria define la conciencia. ¿Qué tiene eso que ver con nosotros?
¿Acaso no podemos hacer nada?
Pero podemos. Podemos hacerlo todo. Nos mentimos a nosotros mismos
a cambio de seguridad. No son ellos los culpables de todo: lo somos nosotros
mismos, sólo nosotros.
Se podría objetar que hasta un juguete puede pensar lo que quiera.
Nos han amordazado. Nadie quiere escucharnos y nadie nos pregunta. ¿Cómo
obligarles a escuchar? Es imposible cambiar su forma de pensar.
Sería normal votar para expulsarlos del poder, pero no hay
elecciones en nuestro país. En Occidente la gente conoce las huelgas y las
manifestaciones de protesta, pero nosotros estamos demasiado oprimidos y de hacerlo
nuestras perspectivas son terribles: ¿cómo renunciar a un puesto de trabajo y
echarse a las calles? La amarga historia rusa ya exploró durante el siglo
pasado otros caminos que resultaron fatídicos. No son caminos para nosotros y
sinceramente no los necesitamos.
Ahora que las hachas han hecho su trabajo, cuando todo lo que se
sembró ha brotado de nuevo, vemos cómo se equivocaron aquellos jóvenes
presuntuosos que creyeron que a través del terror, de la rebelión sangrienta y
de la guerra civil harían de nuestro país un lugar digno y feliz.
El círculo, ¿está cerrado? ¿Es que realmente no hay salida? ¿Es
que lo único que podemos hacer es esperar de brazos cruzados? ¿Acaso puede
cambiar algo por sí solo? Nada sucederá mientras sigamos reconociendo, alabando
y fortaleciendo, y no dejamos de hacerlo, el más perceptible de sus aspectos:
la mentira.
Cuando la violencia se introduce en la vida pacífica su rostro
brilla con autoconfianza, como si llevase una bandera gritando: “Soy la
violencia. Huye, déjame pasar. Te aplastaré”. Sin embargo, la violencia
envejece rápido, pierde la confianza en sí misma, y para mantener una cara
respetable llama en su ayuda a la falsedad. Cuando la violencia no puede posar
su poderoso brazo ni todos los días ni sobre cada hombro, entonces sólo nos
pide obedecer a la mentira y participar diariamente en la mentira. Toda la
lealtad exigida descansa en esto.
Y la salida más simple y más accesible a la liberación de la
mentira descansa precisamente en esto: ninguna colaboración personal con la
mentira. Aunque la mentira lo oculte todo y todo lo abarque, no será con mi
ayuda.
Esto abre una grieta en el círculo imaginario que nos envuelve
debido a nuestra inacción. Es la cosa más fácil que podemos hacer, pero lo más
devastador para la mentira. Porque cuando los hombres renuncian a mentir, la
mentira sencillamente muere. Como una infección, la mentira sólo puede vivir en
un organismo vivo.
No nos presionemos. No hemos madurado lo suficiente como para
dirigirnos a las plazas a gritar la verdad o a expresar en voz alta lo que
pensamos. No es necesario.
Es peligroso, pero déjennos negarnos a decir lo que no pensamos.
Este es nuestro camino, el más fácil y accesible, el que tiene en
cuenta nuestra arraigada, inherente cobardía. Y es mucho más fácil, incluso es
peligroso decir esto, que el tipo de desobediencia por la que abogó Gandhi.
Nuestro camino es hablar fuera de ese corrompido límite. Si no
uniésemos los huesos muertos y los peldaños de la ideología, si no cosiéramos
los trapos podridos, nos asombraríamos por lo rápido que la mentira quedaría
desamparada y desaparecería.
Lo que estuviera desnudo aparecería entonces desnudo ante el mundo
entero.
De modo que cada uno, en su intimidad, debe realizar una elección:
o seguir siendo siervo de la mentira voluntariamente (por supuesto, no queda
fuera la inclinación a mentir, pero otra cosa es alimentar a la familia,
educando a los hijos en el espíritu de la mentira), o despreciar la mentira y
volverse un hombre honesto y digno de respeto tanto para los hijos como para
los contemporáneos.
Por ello, a partir de ese momento quien quiera escapar de la
mentira deberá hacer lo siguiente:
- No escribirá, firmará o imprimirá por ningún medio una sola
frase que, en su opinión, deforme la verdad.
- No dirá esa misma frase ni en público ni en privado, ni por sí
mismo ni por instigación de otro, ni como agitador, profesor, educador, ni
siquiera como actor.
- No representará, adoptará o difundirá una sola idea que
considere falsa, o que distorsione la verdad, ya sea a través de la pintura, la
escultura, la fotografía, la técnica o la música.
- No citará fuera de contexto, ni oralmente ni por escrito, sólo
por complacer a alguien, o para enriquecerse, o por lograr éxito en su trabajo,
una idea que no comparta o que no refleje con precisión el asunto en cuestión.
- No se obligará a asistir a manifestaciones o a reuniones contra
su voluntad, y tampoco levantará ningún cartel o eslogan que no acepte
completamente.
-No levantará la mano para votar a favor de una propuesta con la
que no simpatice sinceramente, ni votará públicamente o en secreto a quien
considere indigno o dude de sus capacidades.
- No se obligará a asistir a una reunión en la que quepa esperar
una discusión forzada o distorsionada de una cuestión.
- Abandonará inmediatamente cualquier reunión, sesión,
conferencia, representación o película en la que el orador mienta, distribuya
estupideces ideológicas o propaganda desvergonzada.
- No se suscribirá ni comprará ningún periódico o revista en los
que la información sea deformada o donde los hechos principales sean ocultados.
No hemos enumerado, desde luego, todas las desviaciones posibles y
necesarias de la falsedad, pero una persona que se vaya purificando fácilmente
sabrá distinguir otros supuestos.
No, al principio no será igual para todos. Algunos, al principio,
perderán sus empleos. Los jóvenes que quieran vivir en la verdad tendrán, al
principio, muchas complicaciones, porque se exigen declaraciones llenas de
mentiras, y es necesario elegir.
Pero no hay ninguna escapatoria para alguien que quiera ser
honesto. Todos los días, cualquiera de nosotros tendrá que enfrentarse con al
menos una de las situaciones que acabamos de mencionar, incluso si es
investigador en la más exacta de las ciencias. Verdad o falsedad. Libertad o
servidumbre espiritual.
No dejemos que quien no sea lo suficientemente valiente como para
defender su alma se sienta orgulloso de sus opiniones “progresistas”, no le
dejemos alardear de que es un académico o un artista, o una figura reconocida,
o un general; más bien dejémosle decirse a sí mismo: pertenezco a la manada y
soy un cobarde, pero me da igual mientras esté bien alimentado y caliente.
Incluso este camino, que es el más modesto dentro de las
posibilidades de la resistencia, no será fácil para nosotros; pero es más fácil
que la autoinmolación o la huelga de hambre: las llamas no rodearán tu cuerpo,
tus ojos no estallarán por el calor, y al menos siempre habrá pan negro y agua
limpia para tu familia.
Los checoslovacos, ese magnífico pueblo de Europa a quienes
traicionamos (2) y engañamos ¿acaso no nos han enseñado cómo un pecho vulnerable
puede defenderse incluso de los tanques si existe un corazón noble dentro de
él?
¿Consideras que no será fácil? Sin embargo, es la posibilidad más
sencilla. No será una decisión fácil para el cuerpo, pero sí lo es para el
alma. No, no es un camino fácil, pero ya existen muchísimas personas que
durante años han mantenido estos principios y viven por la verdad.
No serás el primero en tomar este camino, te unirás a los que ya
lo han iniciado. Será más sencillo y más corto para todos nosotros si lo
tomamos juntos y sumamos nuestros esfuerzos. Si somos miles de personas no
podrán hacernos nada. Si somos decenas de miles cambiará el rostro de nuestra
tierra.
Si estamos demasiado asustados, no deberíamos quejarnos de que
alguien nos robe el aire. Ya lo hacemos nosotros. Déjennos, entonces, hundirnos
más, déjennos lamentarnos, y así cada vez estará más cerca el día en que
nuestros hermanos biólogos sean capaces de leer nuestros pensamientos
inservibles y despreciables.
Y si nos amedrentamos, incluso después de haber dado este paso,
entonces es que somos inútiles e indignos, y se nos podrá lanzar a la cara el
desprecio de Pushkin:
“¿Por qué debería tener el ganado los regalos de la libertad? Su
herencia, generación tras generación, es el yugo y el látigo”.
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Notas:
(1) = Samizdat era un sistema de
copia y distribución clandestina de textos prohibidos en la época de los
regímenes comunistas del Bloque del Este a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX. Fue un método frecuentemente utilizado por intelectuales y disidentes
para sortear la censura. Las copias eran mecanografiadas o incluso manuscritas,
y se esperaba que los receptores realizasen y distribuyeran a su vez copias
adicionales.
(2) = Alusión a "La Primavera de Praga", proceso de liberalización política en Checoslovaquia durante la
Guerra Fría abruptamente reprimido por las tropas del Pacto de Varsovia en
agosto de 1968.
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