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martes, 28 de abril de 2020

El COVID 19 y el cerebro reptiliano



En el transcurso de la evolución, el cerebro humano ha ido paulatinamente transformándose a fin de que pudiéramos adaptarnos a los cambios que se producían en nuestro entorno, para de esta manera propiciar en lo posible nuestra supervivencia como especie.

Al respecto, hoy en día la neuropsicología afirma que gracias a esta evolución nuestro cerebro se ha terminado configurando en secciones compartimentadas, las cuales, por tener funciones específicas y diferenciadas entre sí, operan de hecho como si en realidad tuviéramos tres cerebros distintos: los denominados cerebro racional, cerebro emocional y cerebro reptiliano.

El cerebro racional es el responsable de la actividad intelectual, del aprendizaje y del conocimiento, y gracias a él progresa la ciencia; es el que hace del homo sapiens una especie única. Por su parte el cerebro emocional se ocupa de los sentimientos y las sensaciones, y a él le debemos el cariño, el placer, la idea de grupo y el sentido de pertenencia; es lo que compartimos con otros primates. Y en último lugar está el cerebro reptiliano, la parte más primitiva del mismo, que de hecho es común tanto a otros mamíferos como incluso a los reptiles (de ahí su nombre), y que se ocupa de regular nuestras funciones inconscientes e involuntarias, tales como el ritmo cardíaco, la respiración, la temperatura corporal o el equilibrio; y así mismo también es el responsable de nuestras conductas más básicas y primitivas y de la respuesta frente a las amenazas y el peligro para tratar de asegurarnos la supervivencia. El cerebro reptiliano no es racional, sino que actúa de manera inconsciente y por instinto, y por eso mismo hace también que tengamos tendencia a sentirnos cómodos en terrenos, espacios o situaciones conocidas, mientras que frente a lo desconocido, que tendemos a identificar como una amenaza, se nos activa el estrés y nos vemos impulsados a tratar de huir.

Y si bien lo dicho hasta ahora se refiere en principio a los seres humanos como individuos, cuando nos agrupamos con otros de nuestra especia también desarrollamos de manera colectiva procesos y respuestas parecidas a las que hemos explicado, diferenciadas según qué elementos primen en nuestro comportamiento, sea el intelecto, la pasión o el instinto, y por ello también puede hablarse cuando nos referimos a grupos humanos de comportamientos de tipo racional, emocional o reptiliano.

Así, cuando las sociedades se encuentran ante una situación de peligro, de riesgo o de amenaza tienden a reaccionar de forma inconsciente e involuntaria, lo que da lugar a respuestas básicas, primitivas e instintivas. Por ello, y en contra de lo comúnmente aceptado, en las situaciones de crisis los seres humanos generalmente no damos lo mejor de nosotros mismos, lo más intelectual o lo sensible, sino lo más irracional y primitivo, lo que nos dicta el instinto de supervivencia y, por tanto, lo que emana de nuestro cerebro reptiliano.

Hoy la humanidad se ve inmersa en una crisis sin precedentes azotada por la pandemia del coronavirus COVID 19, como consecuencia de la cual en España han muerto ya decenas de miles de nuestros compatriotas. Ante esto, para intentar al menos minorar los efectos fulminantes de esta epidemia, nuestro gobierno decidió el 14 de marzo de 2020 decretar el estado de alarma y confinar en sus casas a la inmensa mayoría de la población, paralizando así de manera radical la actividad productiva, educativa y social de la Nación. Y desde entonces así seguimos, encerrados en nuestras casas, con la economía y el empleo saltando por los aires, y obligados a vivir y actuar de una forma tan contraria a nuestro modo de ser y nuestra concepción de la vida que ni siquiera nos es permitido despedirnos de nuestros familiares y amigos cuando van cayendo, pues no podemos darles un funeral y un entierro decentes. Y ante esta situación, la mayor catástrofe que ha sufrido nuestro país desde la Guerra Civil que destrozó España de 1936 a 1939, nuestro ser colectivo está reaccionando dejándose guiar por su cerebro reptiliano.

Y por esto los españoles, ante esta situación plagada de amenazas y peligros para la vida en sociedad tal cual la concebíamos hasta hace solo semanas, estamos, imbuidos por el estrés, reaccionando de forma instintiva e irracional, y tratamos de huir de una realidad que nos asusta.

De esta manera, en estos días tristes nuestra sociedad está poniendo de manifiesto todo lo gregario, todo lo populista y todo lo inquisitorial que llevamos dentro, y que históricamente hemos sacado a relucir cada vez que nos hemos visto inmersos en una crisis, de manera tal que ha terminado por caracterizar lo peor de nuestra tradición como pueblo.

Y para comprobar esto basta con mirar a nuestro alrededor todos los días y constatar ejemplos que lo acreditan.

Al principio del confinamiento alguien propuso que cada tarde a las ocho saliéramos a ventanas y balcones a aplaudir como una forma de expresar nuestro reconocimiento al esfuerzo del personal sanitario en su lucha contra la epidemia. Aunque la propuesta no era original, pues imitaba lo que ya entonces se hacía en Italia, el homenaje en sí está muy bien y todos estuvimos de acuerdo con ello. Sin embargo, según han ido pasando los días sectores de la Izquierda Radical han hecho lo posible por monopolizar el gesto y transformarlo en un acto reivindicativo, y convertirlo en una expresión de denuncia por los recortes y el desmantelamiento de lo público que, en su particular visión de las cosas, habría sido la inexorable causa última de la crisis sanitaria en la que estamos inmersos, y ello por culpa de lo que denominan “el austericidio”, y del que indefectiblemente responsabilizan a la Derecha. Ante esto hubo gente que, por no comulgar con la patrimonialización de las palmas de las ocho por parte de la Izquierda Radical, empezó a dejar de salir a ventanas y balcones. Y entonces los sectarios han contraatacado intentando convertir la cita en un acto inquisitorial, y por ello ahora mientras aplauden y dan vivas a la sanidad pública y a cosas parecidas, aprovechan también para, con el rabillo del ojo, repasar las ventanas y balcones del vecindario y pasar lista a fin de identificar a quién sale a aplaudir y quién no, para así poder censurar a los malos vecinos desafectos a "la Causa".

También cuando empezó el confinamiento como respuesta a la epidemia del coronavirus COVID 19, en España se empezaron a popularizar canciones como el "Facciamo finta che"  de la italiana Ombretta Colli o el "Resistiré"  de los españoles Manuel de la Calva y Ramón Arcusa del Dúo Dinámico, que la gente canta a modo de himnos con los que galvanizar colectivamente los sentimientos de pertenencia al grupo y de resistencia frente a la pandemia. Pero lo que en principio surgió como un gesto espontáneo, según pasaban las semanas se ha convertido en algo obsesivo con lo que incluso se bombardea a la ciudadanía de manera permanente desde los medios de comunicación, algo que se espera que todos y cada uno de nosotros sin excepción entonemos de forma compulsiva a la mínima oportunidad que se nos presenta pues, de otro modo, podríamos llegar a ser considerados como desafectos a “la Causa”.

Pero lo malo de dejarse guiar por el cerebro reptiliano, tanto individual como colectivamente, es que nos empuja a dejar de lado el cerebro racional, y entonces las cosas se enredan y sin que reparemos en ello nuestro comportamiento termina siendo primitivo, irracional, e instintivo. Y así, sin ir más lejos, las prácticas inquisitoriales de la “policía de los balcones” a la hora de instrumentalizar las palmas de las ocho para denunciar el austericidio y los recortes supuestamente cometidos por la Derecha olvidan que ya desde junio de 2018 el Presidente del Gobierno de España no es Mariano Rajoy, ni siquiera José María Aznar (ya les gustaría, ya…) sino Pedro Sánchez, quien lidera un gobierno de coalición del PSOE y PODEMOS con el apoyo del PNV y ERC.

Y en cuanto a los cánticos populares de la crisis del coronavirus COVID 19, posiblemente muchos de los que han hecho suyos el "Facciamo finta che" y el "Resistiré" como himnos de "la Causa" no son conscientes de que la intérprete de la primera, la italiana Ombretta Colli, además de ser actriz y cantante, se dedicó durante años activamente a la política como cargo público de Forza Italia, la formación de Silvio Berlusconi, mientras que Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, los componentes del Dúo Dinámico, intérpretes de la segunda, fueron músicos de éxito mimados por el régimen en la España de Franco.

Y es que, parafraseando a los clásicos, "la ignorancia nos hace osados y temerarios", y esto aplica tanto a los hombres como a los pueblos e, incluso, a los reptiles…



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