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martes, 16 de junio de 2020

Una España deshilachada


Empezamos a intuir el final de la Crisis del COVID 19 en España, o al menos el del primer brote de la pandemia, y a pesar de toda la propaganda buenista y autocomplaciente con la que nos han narcotizado durante estos meses, ahora vuelven a aflorar con toda su crudeza las contradicciones y miserias de nuestra sociedad:

- Políticos que se han pasado meses exhortando a los demás a arrimar el hombro y acusando de crispar a todo aquel que no aceptaba a pies juntillas sus recetas, pero que ahora se descubren instrumentalizando la tragedia del coronavirus para seguir vendiendo sus recetas de siempre, y que vuelven a presentar como la panacea universal "lo público" y a denostar "lo privado", obviando que en este país "lo público" muchas veces termina siendo sinónimo de lo ineficiente, lo improductivo, lo despilfarrador y lo burocrático.

- Trabajadores que pretenden presentarse ante la sociedad como paladines de la salud y la educación de calidad, pero que en realidad sólo buscan mejorar sus condiciones salariales y laborales, y que para ello no dudan en tomar como rehenes al conjunto de la ciudadanía a golpe de la correspondiente marea reivindicativa (blanca, verde, o del color que sea) que cada dos por tres nos chantajea amenazándonos con el colapso de los servicios públicos si no se atienden sus reivindicaciones, o más bien sus exigencias.

- Una Administración Central que con su desidia de años ha permitido que el Estado adelgazara hasta la extenuación y se haya quedado sin recursos en detrimento de los poderes territoriales, y que hoy está raquítico tan que resulta incapaz de asumir sus obligaciones frente a los ciudadanos si no es transigiendo con los localismos de las Comunidades Autónomas, que no son más que una versión moderna del cantonalismo insolidario y disolvente del siglo XIX.

- Una ciudadanía incapaz de asumir la realidad de nuestro nivel de desarrollo económico, que aspira a tener los salarios y los servicios públicos de Alemania pero con el nivel de productividad de Grecia y la disciplina social de Italia, que prefiere las dulces mentiras de los demagogos populistas a las tozudas verdades de la realidad, y que tanto ha interiorizado la falacia de que lo público es de todos y por tanto no es de nadie que ya no es capaz de entender que en realidad el coste de lo público se cubre a escote día a día por aquellos que asumen sus obligaciones fiscales y pagan sus impuestos.

- Una sociedad, en fin, sin memoria ni respeto por su pasado, que renuncia a sus fundamentos ideológicos y se adhiere de manera pueril a cada nueva campaña de repudio de nuestro acervo cultural que surge, y que un día desdeña las raíces judeocristianas de nuestra visión del mundo y al siguiente abomina de Cristóbal Colón y del Descubrimiento de América por mero postureo pretendidamente progre.

Y es que la Crisis del COVID 19 no puede ocultar que hace ya tiempo que vivimos en una España deshilachada que se nos va cayendo a trozos; un país que, en vez de marchar hacia adelante y progresar, anda para atrás, como los cangrejos...





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