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sábado, 29 de octubre de 2022

Feijoo descubre el Mediterráneo






Y es que la intención reiterada públicamente por parte de los diversos portavoces del Gobierno de España en el sentido de estar inequívocamente determinados a impulsar la reducción de las penas del delito de sedición del vigente Código Penal a fin de beneficiar a los independentistas responsables del frustrado golpe de estado del 1 de octubre de 2017 en Cataluña, y de esta manera tratar de contentar a sus socios parlamentarios de ERC y al conjunto del golpismo catalán, parece que ha terminado por dinamitar las negociaciones que desde hacía tiempo se venían desarrollando entre el PSOE y el PP, y que habían llegado a las puertas de un acuerdo que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo estaban a punto de rubricar, para por fin llevar a cabo la renovación del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional que llevan años bloqueadas, y ello por la vía ya transitada en ocasiones anteriores de repartirse entre ambas formaciones políticas mayoritarias el control de estos dos órganos jurisdiccionales clave mediante el nombramiento para los mismos de personas afines y de su confianza destinadas a actuar como correas de transmisión de sus respectivas estrategias partidistas.

Sin embargo, lo sorprendente de esta noticia no es en realidad que los populares se hayan dado cuenta de que Pedro Sánchez estaba jugando al palo y la zanahoria con el PP de Núñez Feijoo con la indisimulada intención de hacerles pasar por el aro de la reconfiguración del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional a su medida a fin de conseguir controlar ambos órganos clave de la arquitectura institucional de la nación.

Para todos era más que evidente que lo que Pedro Sánchez pretendía con esta negociación era un cambio de cromos que le permitiera controlar el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional y de esta manera blindar judicialmente para la posteridad la vigencia de su larga lista de normas jurídicas sectarias, socialmente disolventes, y que constituyen las genuinas herramientas de su programa de ingeniería social tendente a resetear la España que conocemos de espaldas a la ciudadanía, que es en realidad el titular de la soberanía de acuerdo con la vigente Constitución Española de 1978 (cuyo Artículo 1.2 dice literalmente: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.). Porque hasta los ebanistas, los odontólogos, los traperos y los peritos agrícolas saben que Pedro Sánchez lleva años trabajando con denuedo y de manera absolutamente indisimulada a fin de transformar para siempre la esencia misma de nuestra sociedad y convertirla en una deconstrucción postmoderna de lo que hasta ahora hemos llamado “España”: una combinación de revanchismo guerracivilista (que querría transmutar en genuina democracia parlamentaria lo que realmente fue el régimen sectario de la II República Española, y en una victoria militar lo que en realidad fue la derrota sin paliativos del bando republicano en la Guerra Civil Española de 1936-1939), el fomento de la visión Queer de la vida (que niega la evidencia biológica de la existencia de dos géneros entre los mamíferos, y mamíferos somos los seres humanos, que son exclusivamente el masculino y el femenino, caracterizados respectivamente y sin excepciones por contar con pares de cromosomas XY o XX), la apología de los postulados Woke (que con la excusa proteger y compensar a las minorías por todos los padecimientos, reales o fingidos, que se supone que han sufrido a lo largo de la historia, lo que en realidad pretende es dar cauce a un marxismo intelectual transformado camaleónicamente para reinventarse y redimirse tras la derrota por goleada de la caída del comunismo y el derrumbamiento de la Unión Soviética y sus socios del bloque del Socialismo Real) que la Progresía ha hecho suyos para dinamitar la propia naturaleza de Occidente como un espacio de libertad individual y de oportunidades de desarrollo personal en medio del caos de un mundo azotado por el sectarismo, la ausencia de democracia, la intolerancia y la opresión.

Pero resulta que lo que era más que evidente para los ebanistas, los odontólogos, los traperos y los peritos agrícolas de este país no lo era para el PP de Alberto Núñez Feijoo, que en este otoño de 2022 en el que a España se le acumulan los problemas económicos y sociales de todo tipo, mientras nos adentramos en el último año de legislatura del experimento sanchista, ahora resulta que ha descubierto las aviesas intenciones de Pedro Sánchez y por eso bloquea el acuerdo (¿pasteleo más bien?) para la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.

Podemos creer que las cosas efectivamente han sido así y que el PP y Alberto Núñez Feijoo por fin han "descubierto el Mediterráneo" y han reparado en las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez. Pero también podemos llegar a la conclusión de que lo que el PP y Núñez Feijoo pretendían con el acuerdo que han estado a punto de firmar era librarse de la acusación de “no arrimar el hombro” que persistentemente la Izquierda les hace, y evitarse así que el Gobierno les siguiera señalando ante Europa como los únicos responsables de mantener el bloqueo de las altas instituciones judiciales en España. Y es que a lo mejor el PP y Alberto Núñez Feijoo lo que buscaban en realidad era allanar el camino de lo que creen que será su triunfo electoral y consecuente retorno al gobierno en 2023 para volver a hacer lo que tan bien saben hacer, y que ya hicieron con evidente éxito tras la victoria de Mariano Rajoy en 2011, que es gestionar ortodoxa y eficientemente la economía y la maquinaria del Estado para llevar al país por la senda de la prosperidad y el crecimiento en el corto plazo, pero a cambio de no tocar una coma de las barbaridades del legado que reciben de la Izquierda en materia social y legislativa cada vez que llegan al poder: legalización del aborto, expulsión del español de las estructuras institucionales de las autonomías bilingües, leyes penales discriminatorias de la mitad de la población con la coartada de la lucha contra la violencia de género, la paulatina destrucción de la conciencia colectiva de España, etc., etc., etc.

Lo que pasa es que, a diferencia de lo que ocurría en 2011, en la España de 2022 los electores que creen en esta sociedad tal y como la conocemos tienen a su disposición opciones para que su voto deje de ser un voto cautivo en el contexto de una endiablada dicotomía del tipo “El PP o el caos”, y quizá eso ha llevado a Alberto Núñez Feijoo a tener presente esta vez que el poder, o la expectativa de recuperar el poder, en realidad vale muy poco si solo se utiliza para gestionar de manera prudente las cosas como lo haría el tendero de una tienda de ultramarinos. Porque el poder para lo que realmente sirve es para transformar la sociedad, para preservar los principios y para ayudar a crear una sociedad mejor. Y si no se utiliza para todo eso, el poder sirve en realidad para bastante poco y no merece la pena ser ejercido.



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