Hace algún tiempo un buen amigo,
mientras paseábamos por el casco antiguo de Santiago de Compostela un día de
finales de verano, saltando de conversación en conversación, me hizo una
pregunta sobre Economía.
Quien me conoce bien sabe
que me encanta hablar y que, las más de las veces, termino teorizando sobre
esto y aquello, probablemente con más vanidad que buen juicio, pontificando
temerariamente sobre casi cualquier asunto que se me ponga por delante.
Aquel día compostelano me
tomé mi tiempo, mucho, en contestar a la pregunta y, sorprendentemente, mi
amigo no solo escuchó mi discurso con paciencia franciscana sino que, incluso,
juzgó mi respuesta interesante.
Convento de Santa Clara (Santiago de Compostela) |
Aquello resultó muy
gratificante para mi vanidad, pues mi amigo, al que conozco desde hace más de
treinta años, es una persona brillante intelectualmente, alguien a quien
respeto y admiro, y con quien comparto además valores, una determinada visión
del mundo y de la vida, y hasta una vinculación y un compromiso profundos con
la causa justa de un pueblo hermano, uno de los más dignos y maltratados del
mundo.
Pero además, para mi
sorpresa, mi amigo, pasado un rato, me preguntó por qué no escribía cosas como
esa que le había contado, por qué no escribía un blog.
En aquel momento rechacé
la propuesta de mi amigo aunque me pareció halagadora, porque me parecía
difícil que alguien pudiera encontrar interesante lo que yo pueda escribir,
sobre todo cuando ya hay tanta gente por el mundo que escribe tanto y tan bien.
Sin embargo, al final del
día, de vuelta a Vigo, donde estaba pasando unos días, empecé a sopesar, de
manera absolutamente temeraria, si no sería, después de todo, una buena idea
seguir aquel consejo, crear un blog, y empezar a escribir cosas para que otros
las lean.
Aquellas reflexiones que empezaron
entre Santiago de Compostela y Vigo una tarde de verano, para más señas
viajando en tren, han culminado en este blog, donde un elefante grande y
curioso por todo lo que le rodea intentará de vez en cuando contar mi visión
del mundo.
Esperemos, inshallah, que mi amigo no se arrepienta
de haberme dado su consejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios: