

Con la coartada
de construir esa mítica Patria Vasca, durante más de 50 años los miembros de ETA,
que se llaman a sí mismos Gudaris, han
llevado a cabo secuestros, ataques a infraestructuras, y extorsiones de todo
tipo, y además han asesinado a un total de 858 personas en España y Francia.
Y, sin embargo,
siendo todos estos actos viles, crueles, y cobardes, la peor de las
consecuencias de sus más de 50 años de terror es que ETA ha conseguido condicionar la vida de mi país, de España, y la de
los 47 millones de españoles.
En una primera
etapa, hasta la muerte del General Franco en 1975, ETA aceleró la
descomposición del régimen político de la época y asesinó a un Presidente del
Gobierno, el Almirante Carrero Blanco, pero además fue capaz de seducir a una
ingenua izquierda española, que, sumida en un tremendo complejo de culpabilidad
y de impotencia por no haber sido ni si siquiera capaz de erosionar el poder del
franquismo durante 40 años, miraba con envidia como aquellos chicos (?) de la chapela y el pasamontañas se atrevían a poner
en marcha una especie de versión celtibérica de la lucha armada, tan en boga en
aquellos años en Cuba, Colombia, Angola o Argelia, y además eran capaces de
amargarle al moribundo general sus últimos años de vida.
Y entonces se
murió Franco, llegó la denominada Transición,
y los políticos de la época se pusieron a la tarea de construir una Democracia
para España. Pero en vez de centrarse exclusivamente en las aspiraciones del
conjunto del pueblo español en términos de Libertad, Justicia, Igualdad y
Desarrollo, los Padres de la Patria se
plantearon también pasar a la Historia por haberle dado una solución a la Cuestión Regional, permanente dolor de
cabeza de la Nación desde el siglo XIX, y, de esta manera, acabar con el
terrorismo separatista –de ETA, pero también de algún que otro grupúsculo
terrorista catalán- para lo cual, y aquí residió el gran error, partieron de
los siguientes supuestos:
1)- Tanto el Nacionalismo Vasco, con los chicos (?) de la chapela y el
pasamontañas a la cabeza, como el Nacionalismo Catalán se merecían un premio
por haber luchado contra el franquismo, y dárselo era para los Demócratas, y
sobre todo para la aguerrida (?) Izquierda española de Pijama y Orinal, una forma de hacerse perdonar su antifranquismo de
Opereta.
2)- El Nacionalistas Vascos y Catalanes eran en el
fondo unos Demócratas convencidos que, una vez hecha la digestión de la Transición, y tras haber tenido la
oportunidad de soltar unos cuantos exabruptos retóricos, a buen seguro se
avendrían a participar de manera leal y honrada
en la construcción de una futura España Constitucional.
3)- El Nacionalismo Vasco y el Nacionalismo
Catalán aceptarían finalmente enterrar para siempre sus programas de máximos, y
ETA renunciaría también a su violencia terrorista, si desde el Estado se
actuaba con ellos con flexibilidad y generosidad.
Y una vez
formulados estos supuestos, los Padres de la Patria se pusieron manos a la
obra, y a los españoles se nos vino
encima todo un aluvión de medidas jurídicas y políticas que el conjunto de la
población no entendía, ni necesitaba, ni demandaba, pero que estaban destinadas
exclusivamente a apaciguar y dar satisfacción a los Nacionalismos Vasco y
Catalán:
I)- Antes incluso
de aprobar la Constitución de 1978, se decidió crear las llamadas
“preautonomías”, algo así como un embrión de regiones autónomas, con lo que, de
un plumazo, se relativizó el carácter “constituyente” de la organización
territorial emanada de la Carta Magna y se les dio a las futuras autonomías una
suerte de legitimidad preconstitucional.
II)- En el propio
texto constitucional se incluyeron menciones expresas que declaraban la
preexistencia del País Vasco y Navarra a la propia Constitución de 1978, con lo
que se dio carta de naturaleza a su carácter metaconstitucional y, en
consecuencia, se reforzó su legitimidad de origen. Y, creemos, no es casual que
semejante tratamiento solo se le diera al País Vasco y Navarra, objeto de las
reivindicaciones políticas de ETA y campo prioritario de las acciones de los chicos (?) de la chapela y el
pasamontañas.
III)- A la hora de
prever sobre qué materias podrían desplegar su actividad las autonomías, la
Constitución abrió la puerta a que éstas pudieran actuar, por propia iniciativa
o con la connivencia de gobiernos centrales débiles, no solo en todos y cada
uno de los aspectos necesarios para acercar la administración a los
administrados (coartada que se utilizó para justificar el nacimiento del propio
estado de las autonomías), sino también en aquellas necesarias para articular
un embrión de Estado en toda regla;
- Poder Legislativo,
- Educación,
- Lengua propia,
- Administración de Justicia,
- Policía,
- Medios de Comunicación,
- Infraestructuras, puertos y aeropuertos.
IV)- Además, a la
hora de fijar el marco legal básico de la Regiones Autónomas (en concreto de
las consideradas históricas, o sea preconstitucionales, País Vasco, Cataluña, y
Galicia, a las que luego se sumaría Andalucía), se llegó al extremo de
reconocer a sus poblaciones la capacidad de aprobar en referéndum los proyectos
de estatuto de autonomía que seguidamente votarían las Cortes Generales como
representantes de la Soberanía Nacional, con lo cual se les otorgó de facto una suerte personalidad jurídico-política
propia y distinta de la Soberanía Nacional (circunstancia esta de la que los
españoles tendríamos la oportunidad de arrepentirnos a partir de 2006, con la
aprobación en referéndum regional del texto reformado del Estatuto de Cataluña,
que, cuando más tarde fue modificado por Las Cortes primero y por el Tribunal
Constitucional después, dio lugar a que un sector no pequeño de la población de
Cataluña, convencido de que se había vulnerado la expresión de esa supuesta
personalidad jurídico-política propia, se sintiera frustrado y ninguneado, y se
echara en los brazos del independentismo).
Y por si lo
expuesto hasta aquí fuera poco, cuando el Estado de las Autonomías
efectivamente echó a andar a partir de 1978 los grandes Partidos Políticos de
ámbito nacional, y aun el propio Estado, aceptaron sin rechistar uno tras otro
todos los excesos demandados por los Nacionalismos Vasco y Catalán, entre los
que, a modo de ejemplo, cabe destacar:
- La utilización de las lenguas regionales, también el vascuence, pero sobre todo el catalán, como la lengua única de hecho de las Comunidades Autónomas correspondientes, con exclusión del Español, a pesar de ser la lengua común de la Nación.
- La transformación del sistema educativo en el País Vasco y Cataluña en instrumentos de inoculación de la ideología y la mística nacionalista en las nuevas generaciones, a fin de trastocar, de moldear en realidad a medio plazo el ser colectivo de esas regiones.
- El repliegue de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, e incluso de las Fuerzas Armadas, que han visto reducidas hasta la última expresión su presencia en esas regiones.
- La substitución de los toponímicos en la Lengua Común por otros, a veces tradicionales, a veces meros neologismos, en vascuence y catalán.
- La marginación social de aquellos sectores de la población que no abrazaron el credo nacionalista, que se vieron abocados a la estigmatización, cuando no a la emigración fuera del País Vasco o Cataluña.
De esta manera,
paso a paso, se ha ido desarrollando en el País Vasco y Cataluña un verdadero
proceso de Limpieza Identitaria, que poco tiene que envidiar en cuanto a
sus resultados (no necesariamente en cuanto a sus métodos, todo hay que
decirlo) a lo ocurrido en otras partes del mundo tales como Flandes en Bélgica;
Quebec en Canadá; Armenia en Turquía; Eslovenia, Croacia y Bosnia en la antigua
Yugoslavia; o el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.
Y la cuestión
que surge con toda su crudeza es: ¿todo esto habría ocurrido si la violencia
terrorista de ETA no hubiera condicionado a la Clase Política y a las
Instituciones Españolas?
Porque, por
mucho que nos duela, sin el factor distorsionador del terrorismo, conjugado con
el ansia infinita de poder y de diferenciación de unos partidos nacionalistas
que se han aprovechado de los efectos del terrorismo etarra para extorsionar al
Estado y exprimirlo, España sería un país distinto, más equilibrado y homogéneo.
Y en esa otra España sin el condicionamiento del terrorismo el País Vasco y
Cataluña no se diferenciarían mucho de sus regiones limítrofes, y la vida allí
respondería a unos estándares sociales y políticos homogéneos con los del resto
de la Nación.
Lo que marca la diferencia
entre la victoria y la derrota del Estado en la lucha contra el terrorismo no es
que los presos terroristas salgan de las prisiones, ni siquiera que los partidos
políticos alineados con los planteamientos de los terroristas puedan estar en los
Ayuntamientos, sino el que el modelo de sociedad que los terroristas y sus socios
propugnan llegue a imponerse definitivamente y extirpe a España o lo español de
las sociedad vasca.
En consecuencia,
aceptemos de una vez que ETA nos ha conseguido condicionar, y reconozcamos que
en cierta manera ha logrado parte de sus objetivos, pues ha transformado, diferenciado,
separado y aislado al País Vasco (y, por extensión, a Cataluña) del resto de
España.
Los Políticos de
los grandes partidos, las instituciones del Estado, la sociedad en su conjunto,
no deberían seguir repitiendo como si fuera un mantra que la Democracia y el
Estado de Derecho han vencido al terrorismo, porque a lo mejor, a lo peor, de
momento, eso no está tan claro.
Sin embargo no todo
debe ser pesimismo, pues lo ocurrido en los últimos 30 años se puede, se debe corregir:
aunque estemos hablando de un esfuerzo colectivo que requerirá décadas, que nos
exigirá como sociedad pasar por una catarsis colectiva y afrontar la construcción
de un nuevo concepto de ambición de país, todavía estamos a tiempo de revertir las
cosas. Está en nuestras manos reintegrar
el País Vasco y Cataluña al que es su sitio natural, el corazón y la esencia de
la Nación Española.
Pero mientras
todo esto ocurre, reconozcamos que quizá no es verdad que hayamos derrotado a
ETA, aceptemos que ni siquiera vamos ganando claramente, pues la violencia
terrorista no tenía sentido per se, sino que buscaba objetivos políticos que sí
ha conseguido, y admitamos por tanto que la derrota del terrorismo no se
producirá solo cuando los terroristas hayan dejado de secuestrar, atacar,
extorsionar y asesinar.
La verdadera derrota
de los terroristas y de sus acólitos llegará el día en que cuando cualquier
ciudadano español tenga la posibilidad real de llevar la misma vida en el País Vasco
y en Cataluña que en resto de España, pueda educar a sus hijos de igual manera,
pueda hablar la misma lengua, y pueda expresar el mismo sentido de pertenencia a
la Nación, tanto si vive en Guipúzcoa, en Gerona, en Huelva o en Valladolid.
Es un post interesante, Carlos. Verdaderamente que la única oposición contundente que tuvo el régimen de Franco fue ETA, y algo del PCE y de CCOO. El resto no contaba. Luego, la Transición fue un desastre sin paliativos en el ámbito de las autonomías. Por una parte, como dices, para tranquilizar a los nacionalistas -que a excepción de ETA habían pasado la dictadura haciendo dinero-. Quizás -al menos en el caso vasco- porque se pensaba que el nacionalismo era la solución (luego pensarían algunos que en realidad era el problema).
ResponderEliminarEn conclusión, que la cosa es harto difícil. Que el PNV tiene que darse cuenta que los de HB -como se quieran llamar- van a por ellos y no repitan la,Lauta de IBARRETXE. Y lo de Cataluña tiene desde luego mala solución, porque para el gobierno de atajo y ni siquiera han constituido un problema hasta ahora.
Gracias por tu comentario, Fernando.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo: la situación pinta bastante mal, y el gobierno actual se equivoca al seguir empeñado en pensar que el problema es esencialmente una cuestión de financiación.
Habrá que ver qué nos depara el futuro...